PRIMAX

Tenían una despedida de soltera la semana que viene y ella era la encargada de comprar los artículos de broma. Sus amigas siempre la escogían a ella ya que era muy ingeniosa y por encima tenía buen gusto.

En esos momentos acababa de salir de un sex-shop. Había comprado unas gorras con un pene de plástico en la visera, unas camisetas que ponían “LA DE LA DESPEDIDA NO SOY YO (PERO ESTOY SOLTERA!)”, un par de vibradores baratos, globos con formas sexuales, unas esposas, antifaces, una fusta de plástico… y mil tonterías más.

Le rondaba otra idea en la cabeza pero necesitaba comprar calzoncillos de todas las formas y tamaños para ponérselos por encima de la ropa. Sería un toque gracioso para la despedida. El problema es que la ropa interior que tenían en el sex-shop era de látex y cuero, demasiado cara y seria para lo que ella tenía en mente.

Miró la hora, comprobando que ya eran las nueve y media pasadas. Si quería comprar los calzoncillos debía darse prisa, o cerraría todo.

Dejó las bolsas en el maletero del coche y pensó a donde dirigirse a esas horas. El único sitio abierto serían unos grandes almacenes. Pero lo que es la casualidad que justamente, cuando abrió la puerta del conductor, se fijó que unos diez metros más alante de donde ella estaba, había una tienda que ponía: “INTIMO - ROPA DE HOMBRE”.

Y además tenía la luz encendida, así que estaba abierta ¡qué suerte la suya!

Cerró el coche con llave y se dirigió al escaparate. Tenían maniquíes masculinos, con camisetas y todo tipo de ropa interior: shorts, slips, tangas... Era la tienda perfecta! Ahora lo único era ver el precio, porque tenía pinta de ser cara.

Abrió la puerta y entró.

Aparente no había ningún cliente. Mejor, así estaría más tranquila.

Tampoco se veía ningún encargado, pero se oía un ruido de cajas al fondo, detrás de unas cortinas.

Echó un vistazo alrededor suya y vio un mueble donde había expuestos unos tangas muy curiosos. Lo cierto es que los tangas masculinos no le parecían muy eróticos, pero eran la mar de simpáticos, así que era una opción a tener en cuenta.

Cogió varios en la mano, eran de colores llamativos y le pareció increíble que un chico pudiera meter algo dentro de aquella bolsita.

De repente escuchó a sus espaldas:

- Estamos cerrados.

Se dio la vuelta sorprendiéndose al comprobar que el dependiente de la tienda era de un chico de su barrio. Tenía la cara bronceada por el sol, coleta y unos ojos azules. Siempre andaba en bici y tenía un trasero que daba miedo.

El tío estaba como un tren y ella siempre había buscado una oportunidad para hablar con él. Mira por donde hoy se le había presentado.

Ante de que ella pudiera preguntar nada, él dijo:

- Estoy solo en la tienda y estaba cerrando…

Pero no se iba a deshacer de ella, así tan fácilmente. Ja! No la conocía.

- Perdona, pero no le has dado la vuelta al cartel de cerrado, no has entornado la persiana, ni apagado las luces -dijo ella en tono de broma, pero completamente en serio. Quería ver cual era su reacción.

- Estaba ordenando unas cosas atrás y se me olvidó bajar la verja -se excusó él, mostrando una sonrisa forzada, pero con clara intención de largarla de la tienda. Tenía que buscar una excusa o la echaría de allí.

- Se trata de una emergencia. Mañana es el cumpleaños de mi hermano y había pensado comprarle unos calzoncillos, pero me he liado comprando la tarta, la comida y otras cosas y se me ha hecho tarde. Los compraría mañana, pero al ser festivo va a estar todo cerrado…

Menuda mentira se acaba de inventar. Ni era el cumpleaños de su hermano, ni había estado comprando una tarta, pero no quería desperdiciar esta oportunidad.

- Porfa… -dijo ella mostrando una sonrisa encantadora.

- Vale, no pasa nada. Al fin de cuentas tenía que quedarme a ordenar cosas, así que no me importa quedarme un rato más -respondió él, sonriendo. Y esta vez su sonrisa no era forzada.

- Perfecto, ¡te debo una! Si quieres bajar la persiana un poco para que no entre nadie… -y no nos molesten pensó con malicia.

- Sí, mejor. No vaya a ser que nos vean y entre alguien más –dijo acercándose hasta la puerta de entrada y pulsando el botón de la verja metálica que empezó a descender.

Se había salido con la suya. ¡Ahora si que no la iba a echar de allí hasta mañana!

- Dime, ¿qué es lo que estabas buscando?

- Bueno, no lo tengo muy claro. No estoy muy puesta en calzoncillos -dijo sonriendo- ¿qué tal si me enseñas un poco lo que tienes?

- Está bien, acompáñame -dijo soltando un suspiro.

Se fue hasta una esquina de la tienda. Al llegar allí se detuvo y cogió unos slips rojos con una goma elástica negra de encima de un expositor.

- Veamos. Estos son unos slips. Se venden muy bien. Se ajustan a la cintura, son cómodos, no se marcan y se pueden llevar con todo tipo de pantalones: vaqueros, cortos, elásticos, de deportes, chándal.

- No, esos no me gustan -dijo ella con una mueca- .Están como pasados de moda, parecen de los ochenta. Además marcan demasiado, no creo que eso le guste.

- Entiendo. Vamos a ver estos de aquí…

Al dirigirse hacia un expositor vio un cartel que ponía “PRIMAX - NOVEDAD MUNDIAL”.

Lo de primax le sonaba de algo, pero no se acordaba de qué.

Al cabo de un momento se acordó. Era de un anuncio malísimo de la tele-tienda, de los que duran treinta minutos y los ves para reírte de las tonterías que dicen.

Según el anuncio, los supuestos calzoncillos eran súper cómodos y no emitían olores. Además resistían el agua, de hecho en el anuncio ponían el calzoncillo debajo de un grifo y no se mojaba. También estaban diseñados para aguantar altas temperaturas, y como curiosidad era casi imposible atravesarlos con un clavo, lo que los hacía muy seguros para ambientes de trabajo.

En definitiva una tontería por la que te querían cobrar casi 90 Euros (más gastos de envío). Su hermana y ella habían visto el anuncio entero, ya que la presentadora era una chica exuberante y el modelo un cachitas de medio pelo. Su hermana y ella habían apostado entre risas a que en algún momento el modelo iba a tener una erección, pero al final no había sucedido.

- No tendrás unos que se llaman primax? Creo que a mi hermano le gustaban esos -dijo ella mintiendo de nuevo.

- ¡Pues claro!, somos los distribuidores en exclusiva para el norte de la península -y al decirlo se le notó orgullo en la voz-. Están aquí al lado. Sígueme.

Se acercó hasta el expositor donde estaban y cogiendo unos pantaloncitos cortos blancos en la mano dijo.

- Estos son los PRIMAX. Son increíbles y se están vendiendo muy bien. Entre sus cualidades destacan la elasticidad, la comodidad y el tacto. El material del que están hechos es elástico pero está basado en lo que llaman L.I. o Látex Inteligente, una goma que coge la posición del cuerpo, no lo aprieta, ni lo ciñe, sino que se adapta. Además son eléctricamente neutros, por lo que no pueden coger cargas eléctricas de ningún tipo. Es increíble…

Qué gracia, tenía el discurso memorizado y se lo estaba soltando. No se lo creía ni él. ¿Látex Inteligente? ¿Cargas eléctricas? ¿Qué tonterías eran esas?

- Además son muy resistentes, lo que los hace muy seguros en áreas de trabajo. No despiden olores, resisten altas temperaturas y no se mojan… aunque por supuesto transpiran perfectamente. Si estos calzoncillos fueran un coche, serían el Ferrari de los calzoncillos. Y ahora los tenemos en oferta por sólo 89 Euros, y si te llevas dos te los dejamos en 150 Euros y te regalamos una cajita para guardarlos en el armario.

¿Pero qué tonterías estaba diciendo? Si se oyera le daría vergüenza. ¿Cómo pensaba que se iba a gastar 150 euros en unos calzoncillos? Era como ver otra vez el anuncio de la tele-tienda pero en directo. Ella era la presentadora inteligente y él el guaperas tontilán.

Entonces se le ocurrió una cosa…

Una cosa malvada…

- Se están vendiendo muy bien -continuó con su cháchara sin sentido- , todos los clientes que los prueban se llevan unos puestos. -De hecho ahora mismo yo llevo uno de esos puestos.

- ¿En serio? -preguntó ella intrigada.

- Sí, claro. No hay otros calzoncillos como estos en el mercado.

- A ver… déjame verlos -y se acercó hasta él y le tiró del borde del pantalón para ver qué llevaba puesto.

- Qué… ¿qué estás haciendo? -preguntó él un poco sobresaltado.

- Nada. Quería saber si me mentías. Ya sabes como son los vendedores. Te dicen que la fruta es buena y dulce y al final resulta que está seca, que si el pescado es fresco y te meten congelado, que si el coche tiene mil kilómetros y resulta que le han cambiado los kilómetros. No me fiaba y quería ver si no me engañabas.

- Claro que no te engaño.

- ¿En serio que llevas unos primax puestos?

- Claro, somos los distribuidores oficiales del norte de España.

Qué tío. Eso ya se lo había dicho antes. Vale que estaba como un tren, pero era un poco tontito. Era una cosa que solía pasar con los tíos.

- No me lo creo. A ver enséñamelos –le pidió ella en un tono autoritario.

- ¿Qué te enseñe mis calzoncillos? –se ve que la petición lo había cogido un poco por sorpresa.

- Sí claro, vas presumiendo que si los primax esto, que si los primax lo otro, que si son los mejores, que si ahora mismo llevo unos puestos, que si tal que si cual… y ahora quiero saber si puedo confiar en tu palabra o sólo tratas de venderme un producto –le estaba atacando donde más le podía doler.

- Ummm… -se lo estaba pensando. Ya casi lo tenía en sus manos. Sólo le faltaba un pequeño empujoncito más.

- ¿No te dará vergüenza enseñármelos? pero si son iguales que un bañador! Y además tú eres un profesional.

- Tienes razón -dijo él convencido

Se desabrochó el cinturón del pantalón, luego la bragueta y se bajó los vaqueros un poco, justo lo suficiente para que pudiera ver la tela blanca de los calzoncillos.

- Estos son los Primax. Como puedes ver…

- Así no veo nada –dijo ella acercándose hasta él y tirándole de los pantalones hacia abajo, hasta dejárselos en los tobillos.

- Pero…

- Si vas a hacer las cosas, tienes que hacerlas bien. Resulta que sois unos de los pocos distribuidores de una de las mercancías más innovadoras de los últimos tiempos… ¿y la estás malvendiendo? Esa no es forma de trabajar –cuando ella se ponía, no había quien la parara.

- Tienes que estar orgulloso de estos calzoncillos –continuó dando una vuelta alrededor de él para ver cómo se le marcaban alrededor de sus nalgas. Le quedaban perfectos, resaltaba ese culito respingón, dibujando sus líneas redondas- .Es tu producto estrella. No puedes tener vergüenza de enseñárselos a un cliente. ¡Al contrario!, qué todo el mundo se entere de que llevas unos primax –y le dio una palmada en el culo que le hizo vibrar las dos mejillas.

Él estaba colorado como un tomate. Pero aunque sentía un poco de vergüenza, se notaba que estaba emocionado por el emotivo discurso.

- Creo que tienes razón –dijo él tímidamente.

- Pues claro que tengo razón –y ahora emocionada, le volvió a zurrar en el trasero y está vez más fuerte que antes- .Llevas unos primax, y además te sientan de miedo.

- Gracias… -titubeó él.

Ella le miró la entrepierna. Aunque le había dicho que eran como un bañador para tranquilizarlo, la verdad es que las líneas y costuras eran los característicos de la ropa interior, no la de los bañadores. Pero eso le gustaba, lo hacía más sexy. Además quedaban súper ajustados hasta el punto de ser obscenos, casi como no llevar nada. En estos momentos, podía ver perfectamente las líneas de su pene y como estaba apoyado hacia el lado derecho. Si consiguiera que tuviera una erección como en el anuncio… ¡sería súper erótico!

- ¿Y se pueden meter en la lavadora? -preguntó ella. La pregunta no le interesaba, pero se le acababa de ocurrir una idea.

- Sí se pueden meter en la lavadora. Pero lo mejor es lavarlos a mano. Así el material mantiene sus cualidades durante mucho más tiempo.

- Entiendo… ¿Y mejor con agua fría o con agua caliente?

- Se pueden lavar con agua caliente, pero es preferible no pasar de los sesenta grados.

- ¿Y para plancharlos?

- Con la plancha hay que tener cuidado. Es mejor poner una tela por encima para que no le de la plancha directamente y…

- ¡Son muchas cosas para acordarse! –le interrumpió ella- ¿y todo eso viene en la etiqueta? –y sin darle tiempo a reaccionar, le cogió la goma elástica del lateral del calzoncillo donde ponía “PRIMAX” y estiró, separándola para ver si tenía la etiqueta por dentro.

- Pero si está aquí en un lado –dijo él, un poco cortado.

- Uy! Perdona, no me había dado cuenta! – le encantaba, le acababa de sacar otra vez los colores. Lo tenía en sus manos.

- A ver, déjame ver que pone –dijo ella.

Y se agachó a su lado, poniéndose de rodillas muy cerca de él a su derecha, casi delante de su entrepierna. Agarrando deliberadamente a uno de sus muslos como para sujetarse mejor.

- Es que no he traído las gafas y la letra es muy pequeña –alegó como excusa.

Apoyó un dedo justo al lado de la etiqueta y comenzó a leer lo que ponía “PRIMAX, hecho en China pero diseñado en España. 100% Material Primax. No lavar en lavadora, no emplear lejía, planchar a menos de 100 grados…”

Al leerlo, simulaba que seguía las líneas con el dedo. Sin quitarle ojo de la parte delantera del calzoncillo. Quería saber si le excitaba, quería que tuviera una erección delante de ella y sacarle los colores.

- Lo que me da la sensación -continuó ella una vez que había terminado de leer la etiqueta- es que son demasiado ajustados y que aprietan mucho. ¿No?

- ¡Qué va! Es una de las prendas íntimas masculinas más cómodas del mercado -ya estaba de nuevo con la cháchara de vendedor-. La imagen que vende en el mercado ahora mismo es la de modelos depilados, salidos del gimnasio, con ropa muy ajustada. Pero en la gran mayoría de ropa íntima masculina ajustado es sinónimo de incómodo. Rozan, no transpiran y no sientan tan bien como a los modelos de las fotos.

- Que interesante… -dijo ella, se le estaba ocurriendo otra cosa, era un poco arriesgada y necesitaba que él estuviera completamente emocionado con la mercancía.

- En cambio si te fijas -y ahora parecía estar contento de poder enseñárselo en persona a ella- los PRIMAX son diferentes, son ajustados, pero sin apretar; se ciñen, pero no rozan y son como no llevar nada -terminó el discurso con una sonrisa.

- A mi me da la sensación de que te aprietan un poco aquí –dijo poniéndole el dedo encima de donde se marcaba su pene y apretando hacia dentro.

Él hizo un movimiento como si le hubiera dado un escalofrío. Dirigiendo su vista hasta la entrepierna, pensando en cómo recolocarse los calzoncillos.

- A lo mejor no los tienes bien puestos, porque creo que también aprietan un poco aquí –dijo ella, pasándole el dedo muy suavemente por debajo de su pene, justo donde se marcaban los testículos.

- Debe ser que están un poco subidos… -dijo él con poca confianza.

- En serio, están como apretando estas cosas -y empujó con sus dedos sus dos bolitas hacia arriba- . ¡Espera!, que te los coloco bien -dijo ella enérgicamente, antes de que él pudiera hacer o pensar algo.

No quería que sospechara, así que le cogió las dos perneras de los calzoncillos y tiró un poco hacia abajo.

- Sí, estaban un poco subidos, por eso se marcaban… Ahora parece que están perfectos.

El sonrió al oir el comentario y no pudo evitar decir:

- Ya te dije que los Primax son perfectos.

- Si te das la vuelta para que te los pueda colocar por detrás… -dejó caer así al aire.

- Yo creo que están bien… -titubeó él.

- Déjame comprobarlo por si acaso -dijo ella en tono autoritario-. No querrás ir por ahí con los primax mal puestos.

Se giró por completo, dejando ver la redondez de su trasero.

“Tu culo sí que es perfecto y no estos estúpidos calzoncillos” pensó ella. Le daban ganas de darle un bocado, pero no podía… por ahora.

- ¿No ves?, no están bien. Hacen como una arruga aquí en la base -dijo ella.

- ¿En serio? -preguntó él asustado. Podía estar como un tren, pero la verdad es que era tonto. Sólo le faltaba ser rubio y culturista y ya las tendría todas consigo.

- Sí, justo por aquí -y le pasó el dedo justo entre sus muslos un poco abajo. Quería rozarle su agujerito- Pero, espera y te coloco bien el calzoncillo, y tiró de la parte superior hacia arriba muy despacio.

- Sólo un segundo -pidió ella- no sé si te está marcando demasiado. Déjame comprobar un momento la costura.

Y le pasó el dedo justo de arriba, abajo, justo entre sus dos mofletes, y metiéndole el calzoncillo en la raja del culo.

- ¿Estás segura de lo que haces? -preguntó él indeciso.

- Sí claro -dijo ella con sinceridad. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo: le estaba sobando esa preciosidad de trasero.

- Es que la costura hace una arruga rara -continuó ella- y yo creo que es porque no sigue bien esta línea -y de nuevo volvió a pasarle el dedo por su culo, pero esta vez de abajo arriba y haciendo un poco más de presión.

- ¡P-E-R-F-E-C-T-O-S! -dijo ella, incorporándose. Se estaba poniendo mala con tantos toquiteos. Si seguía así acabaría por tirarse encima de él y violarlo allí mismo.

- La verdad es que tienes razón -le aduló ella- sientan de miedo y son super sexys.

- Gracias -dijo el sonriendo y subiéndole un poco los colores a la cara.

- Me los has puesto tan bien que la verdad es que voy a comprarlos.

- Muy bien -dijo él emocionado. Claro, con esos precios no vendería muchos.

- Es más, estoy pensando que con la oferta que tenéis al comprar dos, pues que mejor casi me llevo dos.

- ¡Sabia elección! -Lo dijo tan emocionado que ella pensó que iba a empezar a dar saltos de alegría. E hizo una pequeña corrección mental: no es que vendiera pocos, es que no debía vender ni uno… aunque estaba pensando… que eso lo podía emplear a su favor.

- Sólo una cosa.

- Sí… -y él empezó a subirse los pantalones.

- No, no te los subas todavía que quiero comprobar otra cosa. Además así estás super mono.

- Gracias -dijo él sonriendo, y volvió a dejar caer los pantalones.

- Estaba pensando… -y dejó una pausa para crear un momento de tensión-… en comprar también unos para mí… Además de los dos para mi hermano.

- ¿Para ti? -preguntó sorprendido él.

- Sí, para mí. Parecen tan cómodos, tan suaves y tan… avanzados -y tuvo que evitar no reírse con el comentario- que me dan ganas de comprarlos. Es más, si me haces precio, compraría dos para mí también.

- Claro, claro, ¡por supuesto! -estaba que no cabía dentro de él.

- Estoy hasta las narices de los tangas, de las braguitas baratas que no transpiran y que luego se destiñen en la lavadora. En cambio estos primax parecen tan buenos. Pero tengo que probármelos antes. Nunca me he puesto unos calzoncillos, y como están diseñados para un hombre, a lo mejor no me quedan bien.

Él estaba dudando. Era normal. La ropa interior no se puede probar. Entonces ella dijo:

- No te preocupes, abrimos unos y si me quedan bien me los llevo puestos. Seguro que me van a gustar, ¡al fin de cuentas son unos Primax!

- ¡Tienes razón! -dijo él cogiendo una caja del expositor. La abrió y sacó otros calzoncillos blancos similares a los que llevaba él.

- Los vestuarios están al fondo, a la derecha –dijo él.

- Ah, no me hace falta.Llevo falda y no quiero hacerte perder más tiempo. Me los pongo en un momento y no te preocupes que no se ve nada.

Se metió una mano por dentro de la falda, mientras que con la otra la sujetaba. Empezó a hacer fuerza de un lado, luego de otro, luego movió las caderas, y al cabo de un rato dijo:

- Me vas a tener que ayudar, no puedo bajarme las bragas, se me enganchan con la falda.

- Vale -dijo él sorprendido.

- Ven aquí y arrodíllate delante de mí pero es mejor que dejes los pantalones ahí apoyados o vas a tropezar.

El obedeció y se sacó los pantalones, dejándolos sobre un expositor. Después se arrodilló.

- ¿Qué hago? –preguntó.

- Es que las bragas se me enganchan con la falda. Así que quiero que las cojas y tires hacia abajo muy despacio no vaya a ser que se rompan. Yo mientras sujetaré la falda.

- Vale -parecía emocionado por poder meter las manos debajo de la falda de ella.

- ¡Pero ni se te ocurra mirar! -dijo ella con una sonrisa maligna.

- Claro -respondió él al instante cerrado los ojos con fuerza.

- Venga mete las manos por debajo.

El obedeció y metió las manos por debajo.

- Ahora coge mis piernas y vete siguiéndolas hacia arriba. Pero muy despacio, porque llevo medias y no quiero que les hagas una carrera.

- Claro, claro.

Ella notó como él le ponía las dos manos en sus tobillos y los apretaba suavemente. Subiendo las manos por sus gemelos hasta llegar sus rodillas.

- Más despacio o vas a romperme las medias –le riñó.

- Está bien, perdona.

Y notó como él seguía el contorno de sus muslos, pero esta vez mucho más despacio. Avanzando lentamente, pasándole las manos por cada centímetro de su piel.

Notaba como la respiración de él se iba haciendo más profunda. Se debía estar poniendo nervioso, y eso le gustaba.

Sus manos llegaron a la parte superior de sus muslos, allí se acababan las medias. Notaba el contacto caliente de sus palmas contra su piel.

- ¿Y ahora?... –preguntó él y ella juraría que hasta le temblaba la voz.

- Quiero que cojas las bragas por los lados y tires hacia abajo muy despacio. Mientras yo sujeto la falda.

- Vale.

Sintió la caricia de sus manos por el lateral de sus bragas. Ella hizo que sujetaba la falda, pero sin que él se diera cuenta agarró la parte superior de las bragas.

- A ver. Prueba.

Ella notó como el tiraba de los lados, inútilmente. Tenía las bragas agarradas con fuerza y no iba a conseguir bajárselas.

- Prueba un poco más fuerte –sugirió ella.

Hizo un poco más de fuerza.

Y ella simuló que se desequilibraba y dio un paso adelante, metiéndole la falda en la cabeza y restregándole su sexo contra su cara.

- ¡Uy! Perdona, ¡casi me caigo!

Se echó de nuevo hacia atrás y le dijo:

- Creo que están enganchadas con algo. Si puedes echar un vistazo te lo agradecería.

- ¿Quieres que mire debajo? –él no se lo creía, estaba rojo, respiraba profundamente y ella se apostaba que ahora mismo debía tener una erección.

- Sí claro, pero nada de mirarme las bragas, sólo quiero que te fijes donde se ha enganchado la falda –dijo con voz dulce. Era tan fácil dominarlo, era como un niño.

- Eh… claro… -dijo él sonriendo, que no se podía creer la suerte que tenía.

Ella se cogió la falda con las manos, y la levantó pasándola por encima de su cabeza para que así tuviera un poco de “intimidad” y no se sintiera observado.

- ¿Ves donde está enganchada? –dijo ella disfrutando al hacerle sufrir.

- No… no veo nada… -respondió él nervioso.

- Fíjate bien –dijo, moviéndose imperceptiblemente hacia delante y poniéndole las bragas justo delante de su cara.

- Sí… claro… -la voz le temblaba y la respiración era entrecortada.

- Prueba a tirar de nuevo, a ver si así ves donde se engancha -sugirió ella.

- Vale.

Y notó como le ponía las manos en los lados de las bragas y volvía a tirar hacia abajo. Pero esta vez ella no sujetó las bragas, así que cuando el tiró bajaron unos cinco centímetros dejando al descubierto su vello púbico y el comienzo de una pequeña depresión entre ambas piernas.

- ¡Muy bien! -dijo ella antes de que él pudiera disculparse por lo que había hecho, quitándole la falda de encima de la cabeza y volviendo a ponerla en su sitio- .Ahora ya que estás ahí, ayúdame y quítamelas, por favor. Pero con cuidado no se me enganchen en las medias. Ve muy despacio.

- Ok… - dijo él con una vocecilla de gorrión.

Tenerlo allí de rodillas, delante de ella, con sus manos por debajo de su falda y notando como poco a poco las bragas iban descendiendo por sus piernas, mientras su sexo iba quedando al descubierto, era una sensación muy excitante.

Notó las bragas en los tobillos, así que levantó primero una pierna, luego la otra y se las quitó por completo.

- Ahora vamos a probar esos maravillosos primax. Si me ayudas a ponérmelos te lo agradecería, es que nunca me he puesto unos calzoncillos y no sé muy bien cómo hacer. –esta vez no estaba mintiendo: nunca antes se había puesto unos calzoncillos. Pero le excitaba la sensación de ponerse ropa íntima masculina delante de él.

Así que cogió el calzoncillo que había dejado encima del expositor y se lo dio.

- Ya verás qué diferencia –comentó él.

Levantó primero el pie derecho, luego el izquierdo y él metió las dos perneras. Empezándoselos a subirlos.

Eran ajustados, más ajustados que unas bragas. Y la abertura para las piernas era un poco estrecha, pero le servían.

Cuando le llegaron a los muslos ella separó un poco con disimulo para que él no se diera cuenta. Así a él le costaba más trabajo subírselas. Tenía sus manos por debajo de su falda y estaba haciendo números para subirlos. Tiraba un poco de un lado, un poco del otro lado, mientras que ella se echaba hacia delante muy despacio para que él no se diera cuenta. Así que casi tenía su cara metida entre medias de su falda, esforzándose por subírselas.

- Creo que ya está –dijo él, retirándose hacia atrás un poco. Pequeñas gotas de sudor recorrían su frente, y no eran precisamente por el esfuerzo.

- A ver… déjame ver –dijo ella levantándose la falda.

Él apartó la vista a un lado cuando ella dejó al descubierto su entrepierna.

- No te dará vergüenza mirarme. Pero sin son unos primax, estás hasta las narices de verlos –comentó ella con tono alegre como para restarle importancia se desabrochó la falda y la dejó caer hasta sus tobillos.

- No, no, no es eso –dijo él subiéndoles los colores al rostro. Y volviendo a posar los ojos sobre sus bragas.

- Pero no están bien colocadas… -dijo ella con malicia- están un poco abajo. Y un poco flojas.

Y las cogió por el borde superior y comenzó a tirar para arriba despacio, pero constantemente, hasta que notó como le apretaban y empezaba a marcársele los labios.
Entonces soltó, y volvió a tirar de nuevo suavemente hasta que sintió como la tela se le metía ligeramente entre sus labios.

Ella notaba como él no le quitaba los ojos de encima. Estaba mirando absorto como se dibujaban todas las líneas de su sexo, como se le notaban sus labios, como la tela penetraba en su hendidura.

- No sé si ahora está bien –dijo ella soltando la goma de arriba y llevando su mano derecha a la parte de alante de los calzoncillos -. Noto como si estuvieran un poco apretados aquí –y se paso el dedo muy despacio por su entrepierna, justo en la zona donde se le había metido entre los labios.

Pero antes de él pudiera decir nada, se dio la vuelta y dijo:

- ¿Y por detrás?, ¿están bien puestos? –y tiró hacia arriba un poco de la prenda y sacó el culo un poco poniéndoselo delante de la cara.

- Eh… sí, sí… te quedan muy bien –balbuceó él.

- No sé –comentó ella- parece como si también me apretaran por aquí –y se paso la mano entre los dos carrillos de su trasero, siguiendo la línea de su culo de arriba abajo.

Lo tenía comiendo de su mano. Debía ser la primera vez que veía un culo así en su vida. Tenía que estar excitadísimo, la erección no debía caberle dentro de los calzones.

Se dio la vuelta para intentar verle, pero como estaba agachado no podía apreciar nada. Tenía que encontrar la forma de que se levantara. Así que antes de que él pudiera decir nada continuó diciendo:

- Yo creo que como están diseñados para chicos, la línea es distinta, y a lo mejor no quedan a la misma altura, aunque los tenga muy subidos. Si haces el favor de levantarte y ponerte a mi lado podemos comprobar hasta donde nos llegan.

- No creo que sea eso –dijo él sin levantarse.

Seguro que estaba haciendo tiempo para que le bajara la erección, por eso no quería levantarse. Desde esa posición ella no podía verle y disimulaba mejor. Pero ella era tozuda, así que le dio una patadita en el culo, lo cogió por la camiseta y dijo con voz autoritaria:

- ¿Es que no quieres que me los lleve? ¡Venga para arriba ahora mismo!

El se levantó poniendo disimuladamente sus manos delante de su entrepierna. Pero ella se estaba fijando y notaba como sobresalía un bulto por un lado. Pues claro que estaba excitado.

Para que no le diera mucho corte a él, porque era capaz de salir corriendo o ponerse los pantalones, ella dijo intentando quitarle importancia:

- Fíjate en la línea de la cintura, la tengo justo por encima del ombligo. En cambio la tuya… -y con un movimiento le cogió una de sus muñecas y le apartó la mano diciendo- ¡Pero quita la mano de ahí, que no veo nada! Vaya, a ti te queda muy por debajo.

El se puso colorado como un tomate, sus manos estaban escondiendo la erección de su pene. Estaba rígido y grande, y con aquella prenda se veía perfectamente. Era tan ajustada que envolvía aquella carne sin dejar lugar a la imaginación. Veía perfectamente como la cabeza era un poco más ancha que el tronco, como sus testículos se definían por debajo. Era un espectáculo.

Pero tenía que decir algo para que él no se sintiera violento. Tenía que conseguir que no pensara en su desnudez o en su erección… así que probó con:

- ¿Y qué propiedades decías que tenían estos calzoncillos?

- Pues… como has podido comprobar… destacan por su elasticidad, también por la comodidad y el tacto… -tras titubear un poco parecía que estaba funcionando la pregunta.

- ¿Y no habías comentado que eran inteligentes o algo así? -siguió tirándole de la lengua.

- Sí, el Látex Inteligente o L.I. una goma que se adapta al cuerpo, recuerda la posición una vez que la adquiere y no adquiere cargas eléctricas, es lo último en tecnología textil -ya se le había pasado la vergüenza, ya estaba otra vez en modo vendedor- Y además como te había comentado, son muy resistentes, no despiden olores y no se mojan.

- Qué interesante. De todas formas yo creo que son un poco justos, sino fíjate cómo se te ciñen aquí.

Y antes de que pudiera hacer nada ella había puesto sus dedos sobre el tronco de su pene y lo estaba apretando.

- Yo creo que esto te está apretando el “paquete” -dijo ella como si fuera lo más normal del mundo y sin quitarle la mano de encima- .Si te fijas aquí arriba, la goma está haciendo fuerza -y deslizó sus dedos por el tronco hasta llegar casi a la punta del pene- Y aquí abajo, también pasa algo similar -y volvió a deslizar los dedos hacia abajo.

Su pene estaba como una piedra y notaba el calor a través de la tela del calzoncillo.

- No te dará vergüenza de que haya dicho paquete, ¿no? Somos 7 hermanos en casa y yo soy la única chica, así que no te preocupes que he visto muchos paquetes por casa -mintió para que él se relajara.

- No, no. No me da vergüenza -respondió él.

- Incluso yo creo que están presionando aquí abajo también -y puso sus dedos debajo de sus testículos y empezó a moverlos hacia arriba, como tanteando su peso. - No sé, para mi que están demasiado ajustados y te los están apretujando… -e hizo como si les diera un pequeño masaje a su alrededor para aliviarles

- ¡Ostras! -dijo ella de repente como sorprendida- ¿Qué habías dicho antes de las cargas eléctricas?

- Pues que los átomos del L.I. que forma la tela son eléctricamente neutros, por lo que no pueden coger cargas eléctricas, lo que los hace más seguros y mucho más cómodos -explicó él convencido.

- Quieres decir que aunque los frote así -y ella empezó a masajearle suavemente los testículos, haciendo que se movieran y rebotaran entre ellos - ¿no pasa nada?, ¿no coge algo de electricidad estática?

- No… es su función.

- Increíble -dijo ella silbando-. Claro ahora empiezo a entender porqué valen tanto. Entonces quieres decir que aunque haga esto… - y subió la mano hasta su pene y empezó a masajearla por encima de la tela- ¿la tela permanece con la misma carga eléctrica?

- Sí, claro.

- Increíble, seguro que mucha gente ni siquiera lo entiende y sólo ve unos calzoncillos caros -ya no sabía ni lo que le estaba diciendo. Le estaba sobando toda la entrepierna delante de su cara. Sentir aquella rigidez entre sus manos combinado con ese calor, la estaba volviendo loca.

- Sí, es lo que me pasa con la mayoría de los clientes. Todos se quejan del precio y no entienden de que estamos hablando de tecnología punta y eso hay que pagarlo -dijo él complacientemente.

- ¿Y dices entonces que son irrompibles? -preguntó ella con otra idea maléfica en mente.

- Irrompibles, irrompibles no, pero son muy duros. Las fibras del L.I. tiene un polímero de una dureza asombrosa que los hacen blindados.

- ¿Blindados? No me lo creo, no es mas que publicidad...

- Eso es lo que dicen los clientes. Pero mira, puedes hacer la prueba, tengo aquí una muestra que nos mandaron para enseñárselos al público, estos puedes intentar romperlos, si quieres ahí tienes unos clavos. Prueba a intentar atravesarlos.

Ella le siguió la corriente y probó con entusiasmo. Pero como bien decía la publicidad no consiguió atravesarlos.

- Ya, claro, pero seguro que esos los han mandado de fábrica preparados -se quejó ella.

- No -respondió él con sinceridad- esos los abrí yo, igual que he abierto los tuyos, sólo que nos hacen un abono de una unidad de prueba.

- No sé, a ver déjame probar con los tuyos -y sin darle opción a decir que sí, los cogió por un lateral e intentó romperlos sin éxito- vaya, parece que son duros.

- No te miento, la publicidad es real -dijo él con tono condescendiente.

- A ver por aquí… date la vuelta un segundo -y poniéndole la mano en la cintura le obligó a darse la vuelta y ponerse de espaldas a ella.

Entonces le puso el dedo justo entre las dos nalgas y dijo:

- Por aquí se suelen romper todos. Seguro que esta zona es más débil -y empezó a apretarle el agujero que tenía en medio del aquel culito redondo.

- ¿Qué haces? -dijo él sorprendido al sentir como le tocaba entre sus glúteos.

- Ya sabes que a veces por vender las compañías hacen lo que sea. Si voy a gastarme 600 euros en unos calzoncillos, quiero saber si lo que estoy pagando vale su dinero.

El escuchar 600 euros fue para el desencadenante.

- ¿Seiscientos euros? -preguntó él incrédulo.

- Si son tan buenos como dices creo que podría tirar la casa por la ventana y llevar para todos mis hermanos. Además dos trabajan de soldadores y si son tan seguros como dices pues les vendrían bien.

- Sí, sí, claro que son seguros…

- ¿Puedo probar entonces a ver si rompen? -preguntó ella con una malicia picarona.

- Sí, adelante, prueba.

Empezó a apretar ligeramente hacia dentro, sintiendo en su dedo el calor y la suavidad de aquella depresión. Apretó muy poco, lo suficiente para que se abriera un poco aquel agujero, sólo un poco.

Quería hacerlo sufrir, quería que sintiera como le iba metiendo el dedo poco a poco dentro de él.

Hizo un poco más de fuerza, la tela del calzoncillo estaba tirante y se hundía dentro de él también.

Se estaba poniendo mala. Notaba sus pezones erizados sobre su camiseta y como el calor iba inundándola por dentro también.

Empezó a retirar el dedo suavemente hacia atrás y dijo:

- Este material es increíble. Parece muy seguro.

- Lo es, lo es.

- Mis hermanos estarán muy contentos cuando vean el regalo -dijo ella retirando el dedo-. Ahora si haces el favor, quiero ver cómo ha quedado la tela.

- Cómo que quieres ver … no entiendo -dijo el desconcertado.

- He estado haciendo fuerza con el dedo y quiero ver que la tela no hay sufrido, que no se haya abierto por ningún sitio o que se haya desquebrajado. Así que si me los enseñas te creeré -habló con autoridad, agachándose y poniendo su cara a la altura de su culo - Bueno, eso, o te los quitas y me dejas que los vea. -añadió con malicia.

- Está bien, ya te los enseño. Verás que están como nuevos y que no les ha pasado nada. -dijo él inclinándose una pizca hacia delante.

- Así no veo nada guapete -se quejó ella - .Como no te separes un poco las nalgas estamos en las mismas.

- Claro…. -dijo él con poca confianza.

Y poniendo las manos sobre cada una de las cachas hizo fuerza hacia fuera, abriendo un poco la raja del culo.

Ella acercó la cara todo lo que pudo sin tocarle. Su culo era tan redondito y respingón que le daban ganas de darle un bocado allí mismo.

- Tienes que separarlo un poco más, aun no distingo nada… -dijo ella.

Él hizo más fuerza y se abrió las nalgas un poco más.

- Muy bien… déjame ver… -y acercó su dedo hasta la tela, para rozarle muy suavemente- sí… parece que no hay nada… ninguna fisura –y deslizó el dedo hacia abajo unos milímetros- … aparentemente ninguna grieta… - y lo movió muy suavemente hacia arriba- . La verdad es que es una pasada. Nunca había visto nada igual –dijo refiriéndose a su culo.

- Sí, son lo mejores del mercado –dijo él orgulloso, mientras ella movía suavemente el dedo por encima de su ano, como si siguiera comprobando que no estuvieran rotos.

Se estaba poniendo enferma por momentos. Tenerlo allí con el culo en pompa delante de su cara la estaba excitando muchísimo. De un momento a otro no iba a poder controlarse e iba a cometer una imprudencia. Así que se apartó la cara de allí.

- ¡Una maravilla! ¡Son increíbles! valen cada uno de los euros de su precio –le halagó ella.

Esa última frase le hizo sonreír de oreja a oreja. Era como un perrito bueno al que le das unas palmaditas en la cabeza y se queda tan contento. Ahora sólo le faltaba que se arrodillara, le lamiera los pies y moviera la “colita” -pensó con malicia.

- ¿Y dices también que no se mojan? -preguntó ella.

- Sí, el polímero del que te hablado antes repele el agua y por ta…

- ¿Que repele el agua? -le interrumpió ella antes de que comenzara con su cháchara técnica-. ¡No puede ser!

- En serio, no es que el agua resbale como si fuera un plástico, la sensación es distinta.

- Vamos a los baños ahora mismo y los probamos -dijo ella con entusiasmo.

- ¿A los baños? – parecía desconcertado- .Es que la tienda es nueva y aun no tenemos agua en los baños -se disculpó.

- ¿No tenéis agua? -preguntó ella sorprendida.

- No, lo siento mucho.

- Se me ocurre una idea… Pero necesito tu ayuda… -dejó la frase sin acabar para ver si él se animaba a completarla.

- ¡Por supuesto, con lo que haga falta! -dijo él servicial.

- Muy bien. No te muevas, vamos a comprobar si realmente repelen el agua como tú dices.

Y ella se arrodilló delante de él. Justo a la altura de su entrepierna. Tenía delante su pene erecto, ahora parecía más grande que antes, cruzando el calzoncillo de lado a lado.

Él iba a poner sus manos delante de su paquete pero ella se las cogió y las puso a un lado diciendo:

- ¡No te muevas! Quiero comprobar si son tan resistentes al agua como tú dices.

El se quedó quieto y ella se acercó hacia donde estaba su ombligo, poniéndose justo encima de la punta de su pene. Lo veía marcado perfectamente dentro del calzón. Incluso se llegaba apreciar la abertura de la punta.

Abrió ligeramente los labios y comenzó a acumular saliva en su boca, un poco, un poco más hasta que empezó a salir muy despacio por la pequeña abertura que dejaba entre sus labios. Empezó a gotear encima de la punta de su pene, justo encima. Acumulándose y empapando la tela.

Retiró la cabeza hacia atrás observando como la tela se oscurecía, empapando la punta de su polla.

- No funciona –se quejó ella – se está mojando todo.

Y puso su dedo encima de la saliva y comenzó a restregarla por la punta. Sintiendo el calor que desprendía, y como la tela mojada rozaba contra su piel.

De pronto su pene empezó a moverse con pulsaciones, como si intentara escapar del calzón. Debía estar excitadísimo.

- Pues no lo entiendo. Quizás la saliva contiene algún elemento que anula… que anula… el sistema –dijo con voz temblorosa y sin concentrarse.

Sin mediar palabra ella le escupió encima, justo donde se encontraba el tronco de su pene. Y puso la mano encima y comenzó a restregarla todo a lo largo. Haciendo fuerza y sintiendo la dureza de su sexo.

- Los calzoncillos se están empapando. Esto no repele el agua.

Y siguió frotando la mano, notando como su pene palpitaba y se hacía más grande con su contacto. La llevaba casi hasta sus testículos y luego la subía hasta la base de la cabeza.

Además estaban empapados y cada vez se transparentaban más y más. Aquello era obsceno.

- ¿No serán estos calconzillos que son defectuosos? –preguntó ella poniendo cara de niña buena y levantándose del suelo.

- No creo… -dijo él- todas las prendas son sometidas a un exhaustivo control.

- No sé yo, vamos a probar con los míos.

Ella apoyó el culo contra un expositor y separó las piernas. Y dijo:

- Ponte ahí delante.

El se arrodilló con cuidado, dejando su cara delante del sexo de ella.

- A ahora quiero que me mojes. Quiero que me pases la lengua para ver si realmente se nota la humedad.

- ¿Cómo? Quieres que yo…

- Vamos a ver guapetón, no voy a pagar 600 euros por una prenda normal y corriente. Porque por ese precio no me voy ahora mismo al alcampo y me compro cuatrocientos calzoncillos de colores.

La palabra alcampo le sentó como un tiro. Era sinónimo de calidad ínfima y acabados pobres.

Así que acercó la boca, sacó la lengua y la apoyó muy delicadamente contra la punta de su entrepierna.

- ¡Así no sirve de nada! –se quejó ella- ¡Tienes que pasar la lengua de arriba abajo!

El sacó más la lengua y comenzó a lamerle, desde arriba hasta abajo.
Ella notaba como pasaba por encima de sus labios, como los recorría suavemente, como iba empapando poco a poco la tela, como se acercaba hasta su clítoris y como lo empujaba un poco al pasar. Para luego volver a bajar otra vez.

- Ahora mejor… aunque parece que estas no se están mojando. Quizás las tuyas sean defectuosas -dijo ella complacida-. Si puedes mojarlas un poco más sería perfecto.

Y tan perfecto. Tenerlo allí, entre sus piernas, mientras le lamía el coño la ponía a cien. Ahora mismo tenía ganas de quitarse las bragas y de restregarse por encima de él.

Notaba como la lengua volvía a pasar pero esta vez estaba más empapada en saliva, humedeciendo la tela a su paso, apretando un poco más casi separando sus labios. De arriba abajo, muy lentamente…

(…CONTINUARÁ…)

2 comentarios:

  1. Y luego?, terminó comprando media tienda? :p, exijo la 2da parte

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  2. deberías escribir más.... sobre todo por aquellas que hemos descubierto el placer de la lectura erótica recientemente.... Acompaña mucho en las noches solitarias.

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