LA FIESTA


Sonó el teléfono móvil.

Lo cogió en la mano y miró la hora: las diez de la noche. Debía ser Rosa.

- Hola! Salimos ahora, tardamos quince minutos.

- Vale, os espero en casa.

Rosa la había invitado a una fiesta “sorpresa”. Sorpresa, porque no tenía ni idea de dónde se celebraba, ni quién la organizaba, ni porqué era. Ella le había dicho que le diera un voto de confianza, seguro que se lo iba a pasar bien.

Ante las preguntas sobre qué ponerse, qué calzado llevar, si pintarse o no, hasta qué hora estarían y si volverían a dormir, Rosa la había mirado, se había reído y le había dicho:

- Ya verás, te va a gustar. Tú ponte algo informal pero atrevido y del resto no te preocupes. Yo paso a recogerte y me encargo de traerte de vuelta -y al decir esto se le había escapado una risita tonta.

Sólo esperaba que no fuera una broma. Porque no le gustaba que se burlaran de ella. Pero Rosa era una buena amiga y no le haría esas cosas.

Sonó el timbre y bajó a la puerta.

Allí estaba Rosa y su novio. Habían aparcado el coche y tenían una bolsas (que supuso que eran regalos) apoyadas contra la pared.

El otro día, al subir del gimnasio, le habían robado una en la puerta de su casa, así que les avisó:

- No le quitéis el ojo de encima a las bolsas. El otro día me robaron una ahí mismo.

Le llamó la atención el número de coches que había aparcados en la calle. Incluso aquel del fondo parecía el de unas de sus amigas, y ese otro también. Habrían quedado aquí para ir todas juntas?

- Es que queda muy lejos? -preguntó extrañada.

- No, qué va. Tú ven con nosotros -dijo Rosa, cogiéndola de la mano y obligándola a cruzar la calle.

- Vamos a ir en otro coche? -el coche de Rosa era pequeño y a lo mejor habían quedado con más gente.

- No, tú espera…

Y de pronto vio como Rosa llamaba al timbre de la casa del vecino.

- Pero qué haces? -preguntó sorprendida.

- Espera y verás…

- No me digas que la fiesta es aquí! -exclamó abriendo los ojos.

Sonó un zumbido eléctrico y la puerta se abrió.

Allí estaba uno de sus amigos de la universidad, y un poco más alante, en el garaje veía a Mónica. De fondo se escuchaba música y un barullo de voces.

- ...La fiesta es aquí? -preguntó ella que aun se sentía un poco confundida.

- Sí! a qué mola, eh? Justo en frente de tu casa -dijo Rosa.

- Pero es que conoces al vecino?

- Sí! El también hace surf y nos cruzamos a menudo en la playa, al final un día terminamos hablando y nos hicimos amigos. Y resulta que la semana pasada me dijo que organizaba una fiesta en casa y que si quería venir. Le dije que sí y que si podía invitar a un par de amigas y me dijo que no había problema. Cuando me dijo donde vivía me quedé flipada. Me pareció una idea simpática y por eso no te lo dije. No te molesta, no?

- No seas tonta! Cómo me va a molestar!

- Vente, vamos a dentro y te lo presento.

Por un momento sintió un punto de vergüenza. Lo había visto un montón de veces: al salir de casa, al volver de la compra, al ir a trabajar, al regresar del gimnasio, pero nunca se habían dirigido la palabra.

- Ya verás, es muy majo, y surfea muy bien, aunque lleva unas tablas de esas enormes. A mi esas no me gustan.

Entraron por el garaje y subieron hasta el salón.


No se había imaginado que habría tanta gente. Alguna cara le resultaba conocida, pero no llegaba a darse cuenta y por el momento no veían a su vecino.

Encima de las mesas había bebidas de todo tipo, desde zumos de limón, wiskys, cremas de orujo, hasta unas cuantas botellas de vino llenas de polvo que le daban un toque auténtico a aquel improvisado bar.

También había patatillas, aceitunas, gusanitos, sandwiches, unas tortillas, un par de empanadas, cuatro pizzas grandes y un montón de chucherías.

Aquella fiesta empezaba a gustarle.

Y la música estaba bien. Era una especie de fonki con toques de órgano que aunque era difícil de bailar, se te metía en el cuerpo y te daba ritmillo. Buena erección ,digo buena elección.

Eso era una fiesta en todas condiciones.

De pronto a su derecha vio que Rosa se acercaba con su vecino. Ni siquiera se había dado cuenta que se había separado de su lado.

- Hola! Qué tal? Soy tu vecino -le dijo él, sin darle tiempo a Rosa a que los presentaran.

- Hola, yo soy la de enfrente, tu vecina también -respondió tratando de ser ingeniosa. Pero dándose cuenta que la respuesa había sido patética.

Antes de que pudiera decir algo más para arreglarlo, un chico le llamó en alto con urgencia. A lo que el djjo:

- Si me perdonáis un momento.

Y se fue para ver qué pasaba.

Menuda presentación! Había estado bordada. Diez años cruzándose con él todos los días y ahora todo lo que se le ocurre decirle es “soy tu vecina también”.

- A qué es majo? -preguntó Rosa.

- Sí. Parece majo…

- Y no tiene novia! -y le dio dos palmaditas en el culo y se marchó diciendo que iba a buscar a Carlos.

Le estaba dando vueltas a su ingenioso comentario, cuanto más lo pensaba más tonta se sentía, y se estaba empezando a deprimir.

Pero no lo iba a permitir. Se lo iba a pasar bien en la fiesta y no iba hacer que una frase fuera de lugar le amargara la noche.

Así que se acercó a una de las mesas donde estaban las bebidas y echando un vistazo rápido cogió un vaso, lo llenó hasta la mitad con ginebra, y lo rellenó con una lata de coca-cola.

Eso le haría olvidarse de ese estúpido comentario.

Estaba dando un trago, cuando escuchó a su espalda.

- Hola! Cómo te llamas?

Se dijo la vuelta pensando que se trataba de su vecino, pero era uno de los invitados.

- Linda. Y vivo ahí enfrente -y justo cuando lo dijo, pensó que porqué narices tenía que decirle a aquel tipo donde vivía. Hoy no era la noche de las presentaciones, definitivamente.

- Qué dices? En serio? -se rió él. Tenía los ojos rojos y los mofletes colorados. Olía un poco a tequila y sin querer se le iban los ojos a su escote con demasiada frecuencia.

- Sí, vivo justo ahí.

- Y también haces surf? -le preguntó acercándole la cadera hasta su cintura y moviéndola repetidamente como si estuviera surfeando encima de una ola.

- No, todavía no… -dijo tratando de sonreir forzosamente. Para su gusto aquel tío estaba demasiado cerca.

De pronto vio como el vecino, desde el otro lado del salón, la miraba como para saludarla. Empezó a acercarse, pero al ver al otro chico tonteando a su lado, hizo un gesto evasivo y disimulado con la mano, como de “ahora vengo” y se fue a hablar con otra gente.

Jolín! Todo por culpa de este pelmazo.

Habló con él un rato más, estaba claro que le interesaban más sus tetas que ella, así que lo despachó rápido, esperando volver a encontrarse con el anfitrión.

Se había acabado la bebida. Así que volvió a servirse otra.

Pero no veía a su vecino por ningún lado.

Incluso bajó al garaje simulando que quería tomar un poco de aire fresco, pero allí tampoco estaba. Al final, se encontró con Rosa y ella le explicó que se había ido al hospital con un amigo, le dolía un montón la tripa, pero no había bebido nada. Así que todo el mundo había dicho que debía ser una apendicitis.

Vaya, lo que faltaba.

Miró la hora. Ya era la una de la mañana.

Por un momento pensó en irse a su casa a dormir, pero aun no estaba cansada y el alcohol le había dado más ánimos. Así que estuvo bailando con Rosa, luego estuvo hablando con unos amigos y terminó bebiendo más de la cuenta.

El resto de recuerdos no estaban muy claros en su mente.

Recordaba que Rosa se había despedido de ella, preguntándole en broma que si quería que la acercara a casa.

También se acordaba de haber estado hablando de nuevo con el pesado de antes, y esta vez lo había encontrado un poco más simpático.

Recordaba haber probado un licor que tenía una especie de lagarto dentro, lo había traido de china y nadie quería tomarlo. Olía a mil rayos y sabía peor.

Pero el recuerdo más claro fue el del momento en el que le dieron ganas de vomitar.

Lo mejor era ir a su casa, pero sólo pensar en cruzar la calle y subir las escaleras se le hacía imposible. Barajó la posibilidad de salir al jardín y tomar el aire, pero si su vecino la encontraba poteando allí… no era buena idea. Mejor en el baño.

Así que probó el baño de abajo, pero estaba ocupado, subió al piso de arriba pero también estaba ocupado.

Así que subió a la tercera planta, pero allí sólo había una buhardilla.

Y de pronto todo empezó a dar vueltas a su alrededor.

Tenía que tumbarse un rato o vomitaría allí mismo… así que abrió la puerta de la buhardilla, y se tumbó en el suelo…


A partir de ahí… fue todo oscuridad….







Se despertó con un ruido.

Estaba un poco desorientada, pero al menos no le dolía la cabeza ni tenía resaca. Entonces es que no había bebido mucho, o había sido esa maldita botella con la lagartija dentro?

Lo último que recordaba era… qué era… ah! se acordaba de Rosa despidiéndose de ella.

Pero… dónde estaba?

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba tumbada detrás de unos sillones, tirada sobre el suelo alfombrado y con la cabeza agarrada a un cojín.

Eso no era su casa. Esos sillones y esos cuadros no eran de su casa.

Ahora empezaba a recordar. Se acordaba de cómo había buscado un baño libre y de cómo se había había tumbado a descansar un rato.

Claro! A descansar y se había quedado dormid…

Antes de que pudiera terminar la frase en su cabeza, escuchó como se abría una puerta y alguien entraba.

Debía ser su vecino. Era mejor no moverse. Que pensaría si la encontraba allí tirada? Esta tía era una borracha, un poquito tonta y por encima ligera de cascos. Definitivamente no sería una buena tarjeta de presentación.

Era mejor quedarse quieta. Los sillones la ocultaban a la vista. Cuando se fuera de la habitación aprovecharía para volver a su casa. Además hoy era Sábado y él solía marcharse todas las mañanas con la bici o con su coche. Así que esperaría un momento a que se fuera y después se marcharía tranquilamente a su casa.

El corazón le dio un vuelco cuando él comenzó a encender una serie de aparatos que había en un lado de la habitación. Estaba a unos 3 o 4 metros de ella pero era muy difícil que la viera ya que los sillones la ocultaban. En eso sí que había tenido suerte.

Su vecino tenía algo en la mano, pero no llegaba a distinguir bien lo que era. Parecía un cd de música… no, no era un cd… más bien se asemejaba a un dvd.

Metió el dvd en el reproductor y se tumbó en el suelo, encima de unos cojines que tenía delante. Cogió el mando a distancia, encendió la pantalla, el equipo de música y le dio a play.

De pronto escuchó una música, seguramente sería la del menú del dvd.

Menuda suerte la suya, pensó. Se iba a poner a ver una peli ahora? Tendría que esperar una hora y media ahí escondida. Y eso como poco. Menudo aburrimiento.

Aunque estaba pensado que… si se deslizaba un par de metros hacia delante, podría asomar la cabeza y vería la película. El volumen estaba bastante alto, así que teniendo una pizca de cuidado, no se daría cuenta de que reptaba por el suelo, y era imposible que la viera, ya que los sofás la tapaban por completo.

Sí. Esa idea era mucho mejor. Se le pasaría el tiempo antes.

Empezó a moverse hacia él.

Escuchó como la música del menú daba paso a otra melodía diferente. Serían los créditos de inicio.

De pronto la música se detuvo y ella se quedó quieta. Debía estar empezando la película.

Unos segundos después se escuchó el sonido del motor de un coche potente y una emisora de radio con música reegae. Así que siguió reptando.

El motor del coche se apagó, pero la radio seguía puesta. Se escuchó como se abría una puerta, y un instante más tarde una voz femenina decía:

- Está abierto el taller?

- Sí, hoy estamos hasta las nueve de la noche, pero por una chica como tú nos quedamos hasta la hora que haga falta – esta vez era un de chico el que respondía.

- Es que al coche le pasa algo y no sé lo que es. Es el coche de mi marido y lo he cogido para hacer unas compras y no quiero devolvérselo en este estado.

- Bueno, para eso estamos aquí muñeca. Levanta el capó y le echaremos un vistazo.

Desde donde estaba ya veía a su vecino. Estaba allí recostado en el suelo, con la espalda apoyada en los cojines, ensimismado con la película. Tenía las piernas dobladas y podía ver que llevaba un pantalón de chándal gris que le quedaba o un poco ceñido y una camiseta azul.

Ya sólo le faltaban unos centímetros para asomar del todo la cabeza.

En la película se escuchó una melodia y poco después un chico decía:

- Menudas curvas!

- Gracias -respondió ella.

- Me refiero al coche -se escuchó una sonrisa de él.

Vaya, por aquellos diálogos la película no parecía muy buena. A lo mejor era una serie B o quizás estaban tratando de imitar algún estilo de película barata.

Ahora tenía curiosidad por verla. Así que estiró el cuello, y se echó un poco para delante, sacando la cabeza por detrás del sillón y echando un vistazo a la pantalla.

Ops! Qué película más rara.

La cámara estaba enfocando el culo de la chica, llevaba una falda como de latex rojo superceñida tan pequeña, que hasta se le veían las bragas. Y en la parte de arriba llevaba una especie de mini top con un escote immenso.

Debía ser una prostituta.

Ella estaba estaba en una especie de taller, o garage. A su lado había dos chicos, pero no parecían mecánicos. Aunque llevaban unas fundas azules, se notaban que estaban nuevas. Le habían manchado un poco en el pecho a una, y otra tenía un descosido en una rodilla, pero se veía que no tenían uso.

Uno de los chicos tenía el pelo engominado, las mangas remangadas y los brazos de culturista llenos de tatuajes. El otro llevaba una gorra y al llevar la funda abierta, se le veía el pecho.

Más bien parecían porteros de discoteca de barrio bajo.

Esa peli era muy, pero que muy mala.

Y la calidad de la imagen era pésima.

De pronto uno de los chicos se acercó hasta ella y dijo:

- Quieres que le echemos un vistazo a los bajos?

A lo que ella, subiéndose el top y enseñando sus pechos respondió:

- Me encantaría.

El otro chico entonces se acercó hasta ella y le bajó las bragas, diciendo:

- Hemos dicho los bajos, muñeca, no los altos.

ERA UNA PELI PORNO!!!!!!!

Se echó un poco hacia atrás sin querer.

Su vecino estaba viendo una peli guarra! Y ella estaba allí detrás de él!!

Las películas de ese tipo eran burdas, sucias y no eran nada eróticas. Los trozos que había visto eran siempre patéticos. Pero lo cierto es que en ese instante aquella escena le parecía lo más excitante del mundo. No la escena del taller, que era una tontería, si no estar tan cerca de su vecino, espiándole, observando como veía esa película.

Se estaba poniendo nerviosa. Y no era para tanto. Seguramente la película no era suya, se la habrían dejado y se abría sentado allí por curiosidad, para matar el tiempo.

Sí, debía ser eso.

Pero de pronto le vino a la imaginación la imagen de su vecino masturbándose con la película. Con sólo pensarlo notó un calor que le recorría el cuerpo de arriba, abajo y como sus pezones empezaban a endurecérsele.

Pero enseguida borró ese pensamiento de su cabeza.

Qué tonta era. Él no era de ese tipo de chicos. Parecía amable, simpático, educado…
Seguro que a lo mejor estaba viendo la película porque estaba haciendo algún trabajo sobre la sexualidad, sobre el cine barato, o vete a saber tú el qué. Sí, seguro que era eso.

No creía ni que estuviera excitado en esos momentos.

No, él no.

De echo, para salir de dudas lo comprobaría. Con aquellos pantalones ajustados sería muy fácil ver si tenía una erección. Así no tendría ninguna duda sobre las intenciones de su vecino.

Salió de detrás del sillón un poco más. Estaba en una posición ideal para observarle, justo detrás y un poco a su derecha. Tenía un cojín al lado, así que se incluso pudo acomodarse mientras lo miraba.

Buscó su entrepierna con la mirada y el bulto que debía haber allí.

“No ves, tenías razón” se dijo a si misma al ver como en mitad de sus pantalones apenas se marcaba nada.

No estaba excitado.

Además con aquel chándal era imposible disimular nada. Se le pegaba a la piel y le marcaba las líneas de los glúteos y de las piernas perfectamente. Si tuviera la más mínima erección no podría disimularlo, se le notaría por mucho que intentara disimularlo.

Si es que la película no era para menos. “Hemos dicho los bajos, no los altos” quíen habría escrito ese guión? era patético.

Miró a la pantalla por curiosidad. En estos momentos ella estaba agachada chupándole el pene a uno de los mecánicos, mientras que el otro le manoseba las tetas con fuerza.

El vecino alzó el mando a distancia y le dio a avanzar capítulo. Parecía que aquello no le gustaba.

Ella estaba en lo cierto. Este chico era todo un caballero.

La imagen cambió y se vio a la misma chica de antes en otra habitación. Por el aspecto dedujo que el director quería que pareciera un despacho. Había una mesa con cuatro papeles, dos teléfonos y al fondo una estantería semi vacía con unos cuantos libros. Detrás de la mesa había una silla vacía.

Entonces se abrió la puerta de la habitación y apareció un hombre. Este al menos no parecía formar parte de la panda de mecánicos culturistas. Estaba afeitado, llevaba un traje con una chaqueta un poco cortas de mangas y en sus manos tenía una libreta.

- Veamos Señorita O’relly. Me comentan mis mecánicos que usted no tiene dinero para pagar la reparación.

- Es el coche de mi marido y me he olvidado el bolso en casa. Pero puedo pagarle de otra forma si quiere -se le insinuó ella alisándose la mini falda.

Pero si se acaba de acostar con los dos lunáticos del taller! Y ahora se iba a cepillar al jefe? Menuda película.

- Pues ya que lo dice, no me importaría que me chupara la polla -respondió el jefe, dejando a un lado la libreta y bajándose de un solo movimiento los pantalones y los calzoncillos y dejando ver su miembro desnudo.

Lo mejor de estas películas era el gran erotismo que tenían. Vamos, si es que eran patéticas, iban tan directo al grano que no tenían gracia ninguna. No era de extrañar que no se excitase. Es que daban un poco de pena.

De pronto su vecino separó un poco las piernas.

Las tenía ligeramente dobladas, y ahora las había bajado un poco.

Hacía calor y debía ser eso.

Se fijó con atención en su entrepierna. Le había parecido ver algo se había movido allí.

No era posible pero le estaba dando la sensación de que poco a poco se estaba empezando a dibujar una forma.

Una forma alargada…

Sería su imaginación calenturienta.

Su vecino no estaba excitado.

Prestó atención y vió como su algo estaba creciendo milímetro a milímetro entre sus pantalones. Aquello se iba inflando y ganando consistencia, marcándose entre sus dos piernas.

Sintió como algo se le aceleraba en su interior y no era su corazón.

Eso era cada vez era más grande y ahora sus líneas eran mucho más claras.

No era posible, pero juraría que no llevaba calzoncillos. Porque ahora mismo veía la forma de su pene perfectamente, como la piel lo rodeaba, y hasta las venas que lo recorrían. Era imposible que llevara nada debajo.

- Esta escena esta mejor -dijo el vecino en voz baja casi matándola del susto. Estaba tan concentrada en su entrepierna que era como si el mundo de su alrededor hubiera desaparecido.

Miró a la pantalla por curiosidad, para ver qué era lo que estaba bien.

La chica estaba de rodillas delante del supuesto jefe del taller. Y tenía su pene en su mano. Lo estaba movíendo de adelante atrás a un ritmo constante, pero no muy rápido.

Y esta era la escena buena? La cámara había metido un super primer plano y sólo se veía el pene, la mano de la chica y de vez en cuando sus pechos. Y con el movimiento de la mano, a veces la imagen se medio desenfocaba.

En esos momentos su vecino sacó su brazo derecho de debajo de su cabeza y lo apoyó en el suelo al lado de su pierna.

A ella se le paso una idea por la cabeza: quizá estaba acercando su mano para tocarse.

Sólo de pensarlo le volvió esa sensación de desasosiego.

Probablemente se le estaría quedando dormida debajo de la cabeza y por eso la había movido.

Ahora su mano se había acercado a la parte exterior de su pierna y se estaba rascando, aunque muy despacio. No se rascaba como si le picara algo, no se estaba clavando las uñas, ni frotando, era más bien como si se acariciara un lado de la pierna.

Además cada vez que movía la mano la iba subiendo un poco más por lo alto de su pierna. O eran imaginaciones suyas?

No, no se imagina nada. Ahora mismo la tenía en lo alto de su pierna, si seguía así llegaría hasta su pene…

Notó como los pezones se endurecieron con el pensamiento.

Él seguía acercando sus mano. Ahora ya sólo estaba a unos centímetros de aquella cosa que se marcaba en mitad de sus pantalones.

Pero entonces paró.

Tan sólo a un centímetro.

“Nooo. Ahora no. Ya casi estabas” pensó ella. Sentía calor en todo su cuerpo y debía tener unos buenos coloretes en las mejillas.

De pronto él estiró el dedo índice de su mano, y lo acercó hasta aquella forma que se marcaba en mitad de sus piernas.

Ella aguantó la respiración.

Y empezó a moverlo hacia arriba y hacia abajo, siguiendo la línea de su pene a lo largo del pantalón, acaricíandolo con suavidad.

Se estaba tocando!

No era posible, pero se estaba tocando.

Movía su dedo y lo llevaba desde la punta de arriba a lo largo de toda su extensión hasta llegar a sus testículos, para volver a subir nuevamente.

De pronto, con uno de los movimientos, su mano se cerró sobre su miembro, apretándolo con fuerza por encima del pantalón y gimiendo de placer.

Lo veía ahí perfectamente, entre sus dedos, y aunque tuviera el pantalón era como si no llevara nada. Lo estaba apretando muy fuerte, parcía que quisiera aplastarlo.

Le dio un escalofrío cuando se dio cuenta de que al apretar, el chándal había retrocedido ligeramente, y podía ver como la punta de su pene sobresalía apenas un milimetro por encima.

Y de pronto, empezó a desplazar su mano hacia abajo, sin soltar su pene.
Ella podía ver a pesar del pantalón, como la piel de la punta del pene se iba retirando hacia atrás. Muy lentamente. Veía como retrocedía dentro del pantalón a medida que el movía la mano, dejando al descubierto la cabeza desnuda de su miembro.

Siguió moviendo la mano, mientras que la punta desnuda del pene se aproximaba a la parte superior del chándal. Si seguía terminaría por salirle por fuera.

Ella notaba como el cojín que tenía debajo del pecho le rozaba los pezones y le producía una extraña sensación de picazón caliente. Así que empezó a moverse un poco hacia un lado y hacia otro para tratar de librarse de esa ardiente sensación.

Entonces lo vió. Vió como el borde del pantalón se desplazaba un poco y aparecía la piel desnuda de su pene. Era muy poco lo que sobresalía, apenas la punta, pero veía como brillada por la humedad, como estaba empapada en una sustancia pegajosa.

Aunque la piel era sonrosada, la punta parecía que estaba a punto de explotar por la presión que ejercía con su mano. Y estaba mojando el borde de la tela del pantalón.

Y se ocultó otra vez por debajo del pantalón.

Ahora estaba moviendo la mano en sentido contrario, deplazando la piel otra vez hacia arriba. Muy despacio tambien, sin dejar de apretar.

Él se estaba masturbando delante de ella, y ese pensamiento la fascinaba. Casi se asustó al notar como, incoscientemente, había metido su propia mano por debajo de la falda. Era tanta la atención que había prestado a los movimientos de su vecino que ni se había dado cuenta de que ella también tenía su mano cerca de su sexo.

- Así, despacito -susurró él a la pantalla.

A lo que ella observó lo que ocurría en la imagen.

La chica le estaba chupando el pene al jefe del taller. Tenía unos labios rojos y carnosos. Y parecía que no tenía problemas para introducir toda la extensión de aquel miembro dentro de su boca.

Pero había algo raro en la escena.

No sabía bien lo que era, pero había algo que le llamaba la atención…

Miró a su vecino, luego a la pantalla y entonces lo entendió.

Estaba moviendo la mano siguiendo ritmo de la chica. Es más, juraría que seguía los mismos movimientos. Cuando la chica se lo metía todo en la boca, él movía la mano hacia abajo; y cuando si la chica se lo sacaba de la boca, él volvía hacia delante. Si la chica paraba, él paraba.

Estaba imitando los movimientos de la película, como si fueran a él a quien se la estuvieran chupando en esos momentos.

Se fijó en cómo arqueabas las caderas ligeramente, cómo apretaba más sus manos cuando ella supcionaba, en cómo se frotaba con la mano la punta de su polla, cuando ella le acariciaba con los labios.

Sentía tanto calor en los pezones, que los estaba frotando repetidamente contra el cojín, pero la sensación no disminuía. También notaba una picazón extraña entre sus piernas, así que metió la mano por debajo de la falda y la apoyó encima de sus bragas haciendo fuerza como él. Ahora era ella la que estaba siguiendo los movimientos de él. Cuando veía que echaba la mano hacia atrás, ella se acariciaba hacia atrás; cuando iba hacia delante, ella hacía lo mismo. Era casi como si él se estuviera frotando contra su entrepierna.

La imagen cambió en la pantalla y el paró de moverse.

La chica se había levantado y se dirigía hacia la mesa del despacho. Se sentó sobre ella, estirando las piernas y mostrando a la cámara su sexo rasurado. Bajó las manos hasta sus pechos y empezó a acariciárselos.

Su vecino aflojó la presión de su mano, liberando su pene. Daba la sensación de que al quedar libre de la presión, se movía con vida propia, como latiendo.

La protagonista de la película se cogió los pechos con la mano y alzándolos hacia su boca, comenzó a lamerlos. Primero la piel de la parte de arriba, pero aproximándose más y más a sus pezones.

Su vecino, en ese momento, se metió la mano por debajo del pantalón y se agarró su pene. Podía ver como sus dedos se ceñían sobre el, apretándolo. Debía estar muy caliente, ardiendo.

Ella decidió imitarlo, y alzando un poco la cadera, metió la mano por debajo de sus bragas, apoyando sus dedos entre sus labios y sintiendo la humedad de su interior.

La protagonista de la película había alcanzado los pezones y ahora movía la lengua alrededor de ellos, lamiéndolos y chupándolos.

Él empezó a agitar la mano debajo del pantalón, hacia arriba y hacia abajo, un poco más rápido que antes. Oía el roce de la mano contra la tela. Veía como sus nudillos se desplazaban a lo largo del chándal. Se estaba emocionando, aunque no iba muy rápido, cada vez aumentaba un poco más la cadencia.

En esos momentos la protagonista de la película bajó sus manos hasta su sexo y empezó a acariciarlo. Se separó los labios con la mano izquierda e introdujo el dedo anular de la mano derecha muy lentamente dentro de ella.

Su vecino levantó su pene dentro del pantalón, poniéndolo vertical en un ángulo de 90 grados. Era como si se hubiera formado una montaña dentro del chándal, una montaña en el que la punta tocaba la parte de arriba del pantalón, delimitándose perfectamente.

Su vecino empezó a frotarse al igual que antes, arriba y abajo, arriba y abajo. Pero ahora era la punta de su pene la que estaba tocando contra el pantalón. Lo movía con tal fuerza que parecía que quisiera romper el pantalón. Cada vez que lo subía podía ver como su prepucio se dibujaba contra la tela.

Se fijó en el chándal y se dio cuenta de que se estaba mojando. Cada vez que apoyaba la punta contra la tela dejaba una pequeña mancha oscura y al ser gris se veía muy bien.. Debía estar empapado de aquella sustancia brillante de antes.

Le dio un escalofrío al pensar en lo que sería que le restregara aquella sustancia por su sexo. Y no pudo más que cerrar los ojos e introducir uno entre sus labios. En estos momentos no le importaría que él se echara sobre ella y le metiera aquello entre sus piernas, o en su boca. Quería comérselo, quería chupárselo, quería olerlo y quería que se lo restregara por todo su cuerpo.

El seguía agitando su pene dentro de su pantalón. Cada vez más rapidamente.

Estaba acelerando por momentos, y se oía rozar la tela contra su piel. Cada vez era como si hiciera más fuerza hacia arriba, como si estuviera intentando golpear la tela, intentando romperla. La mancha que estaba dejando era cada vez mayor, parecía como se su hubiera echo pis encima.

El movimiento cesó de repente. Tenía su pene agarrado con su mano derecha, apoyado contra aquella mancha oscura del pantalón. Sacó su mano izquierda de debajo de la cabeza, llevándola hasta el borde del pantalón. Metió los dedos por debajo del chándal y los fue desplazando hacia abajo, más abajo que su pene.

Desde aquella posición ella apenas podía distinguirlo, pero debía tener su mano izquierda muy cerca de sus testículos.

Alzó un poco la cabeza y pudo apreciar como su mano se movía en círculos, acariciando aquellas bolas, masajeandolas, tocándolas con la punta de sus dedos.

Cuando las apretaba con la palma de su mano, podía distinguir como se marcaban contra el lado del chandal, podía ver como esas formas redondeadas se delineaban contra la tela.

Un instante después su mano derecha empezó a moverse de nuevo debajo del pantalón, agitándo su pene.

Aquello la estaba volviendo loca. No podía apartar la vista de la punta de su miembro, de aquella mancha oscura, de cómo se dibujaba. Y el imaginar como ahora sus dedos acariciaban aquellas bolas la hacía estremecerse. Daría lo que fuera por poder tocarselos, por poder lamerlos e introducirlos dentro de su boca.

Al haber metido la mano izquierda, el pantalón se había aflojado un poco, y ahora con el imperceptible movimiento de caderas, se estaba desplazando hacia abajo. Eran apenas unos milímetros, pero ella podía ver como se estaba bajando. Si seguía así dentro de poco su pene quedaría a la vista.

Ese pensamiento la hizo estremecerse.

Quería verlo, quería ver qué es lo que tenía entre sus manos, quería ver como lo apretaba, como lo masajeaba, como se acariciaba todo. Quería que no parara y que lo moviera más rápido. Y mientras pensaba esto se acariciaba cada vez más fuerte, apretándo su clítoris y sus labios. Estaba muy mojada.

Y como si le hubiera leído la mente, el vecino sacó la mano izquierda de entre sus piernas y agarrando el borde del pantalón, lo bajó, dejando al descubierto su pene.

Su mano derecha lo tenía apresado justo a la mitad, y lo apretaba con fuerzas. Estaba gigantesco y casi notaba las pulsaciones desde donde estaba ella. Estaba erecto en vertical y daba ganas de cogerlo.

Y entonces empezó a mover la mano hacia abajo muy despacio. Al ir descendiendo, arrastraba la piel, retirándola de la punta y dejándola al descubierto.

Llevó al mano hasta abajo y ella pudo observar como el prepucio quedaba totalmente expuesto. La piel allí parecía mucho más roja, y estaba empapada en una sustancia brillante. Era como si fuera a explotar en cualquier momento.

Empezó a mover la mano otra vez hacia arriba, arrastrando la piel de nuevo con ella.

Siguió con el movimiento arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez, levantándo ligeramente la cadera cuando terminaba el ciclo. Podía apreciar como el pene parecía crecer entre sus manos, como pulsaba y latía agitado. En esos momentos lo único que quería hacer ella era coger aquello y apretarlo entre sus manos, apretarlo una y otra vez, moverlo y acariciarlo hasta que consiguiera sacar lo que llevaba dentro.

Él estaba aumentando el ritmo. Cada vez se movía más rápido, y parecía que su respiración se aceleraba.

Y de repente paró.

En la pantalla se veía como la chica seguía chupando el sexo del jefe del taller. Lo tenía cogido con una mano, mientras que con la otra se acariciaba los pechos y no paraba de sacarlo y metérselo en la boca, dándole lametones de vez en cuando.

Su vecino empezó a mover las caderas hacia arriba, levantando el culo.
Qué estaría haciendo? Con su mano izquierda se bajó un poco el pantalón, y empezó a desplazarla hacia abajo entre las piernas. Se acariciaría otra vez los testículos?
Si lo hacía ahora, como tenía el chándal bajado, lo vería perfectamente.

Pero su mano no se detuvo allí. Levantando un poco más las caderas, siguió hacia abajo.

Qué estaba haciendo con la mano?

Desde allí no podía verlo. Y tampoco podía levantarse más si no quería delatarse.

La estaba llevando más allá de su pene, más abajo, pero muy despacio.

Allí sólo estaba el culo.

Pero no se estaría acariciando el culo?

Y sintió un estremecimiento al pensar que él pudiera estar pasando su mano por su culo.

No sería capaz.

Mecachis en la mar! desde allí no lo veía.

Estaba tan emocionada que por un momento no le importó ponerse de pie al lado de él. Pero fue un pensamiento sin sentido que sólo duró un instante.

Él seguía apretando su pene con su mano derecha, sin apartar la vista de la pantalla. Y su mano izquierda seguía moviéndose, aunque ahora más despacio.

Parecía como si sólo estuviera moviera un dedo buscando algo.

Qué hacía?

El dedo seguía moviéndose y por la posición y la altura…

No podía ser. Eso sí que no…

Fue tal la sobrecarga que sufrió al imaginar dónde podía estar su dedo, que sintió como se escapa algo húmedo de entre sus labios.

No era posible que estuviera acariciando su ano... No era que se estuviera metiendo el dedo por el culo… Debía ser otra cosa.

Sólo de pensarlo se ponía mala.

Quería levantarse y ver qué narices estaba haciendo allí.

No podía aguantar la tensión.

Y de repente él paro.

Sacó las dos manos de entre sus piernas y se subió los pantalones.

Por un momento ella pensó que tal vez la había oido, y su corazón empezo a latir con furia. Estaba tan concentrada que a lo mejor había sido descuidada y había echo algún ruido o él la había visto.

Pero se sintió aliviada cuando se levantó y salió de la habitación.

Qué susto. Debía estar más atenta. No podía dejarse llevar por la pasión del momento, si la pillaba allí viendo como se masturbaba no tenía ni idea de lo que podría pasar. Hasta podría llamar a la policía y acusarla de mirona… o exhibicionista.

Y a dóde habría ido? No tardaría mucho, porque ni siquiera había parado la película. Probablemente se estuviera haciendo pis.

Ahora en la pantalla se veía a la chica, estaba apoyada boca abajo sobre la mesa del despacho, mientras el jefe del taller, situado detrás, arremetía una y otra vez contra ella.

Le pareció escuchar como su vecino subía por las escaleras con paso apresurdao, así que agachó un poco la cabeza para evitar que la viera al entrar.

Traía dos cosas en las manos, una era una almohada grande y la otra parecía una bolsa, o una mochila, no la veía bien.

Qué estaría tramando ahora?

Se sentó en el mismo sitio, dejando la almohada a un lado. Debía estar incómodo, por eso la había subido. Pero y la bolsa?

Espera un momento… No era una bolsa…

Era una mochila…

Y era igual a la que tenía ella…

Igual a la que le habían robado la semana pasada cuando subía del gimnasio. La había dejado un segundo apoyada en la puerta, y en ese preciso momento su hermana la había llamado desde el garaje, así que había dejado la puerta entornada, y cuando volvió al cabo de un segundo le había desaparecido.

Al menos no tenía nada de valor dentro. Sólo la ropa del gimnasio.

Por un momento se le cruzó por la mente la idea de que era su mochila.

Pero que mal pensada era...

Cómo se la iba a robar su vecino?

Como si fuera la única mochila de ese tipo que había en la ciudad. Seguramente había cientos de ellas. Además, para qué querría la mochila su vecino? estaba vieja y no valía ni cuatro perras. Le fastidiaba más que se la hubieran robado, que el valor de la …

Pero espera un segundo…

Esa era su ropa…

Estaba sacando ropa de dentro de la mochila, pero es que era su ropa!!

Ese era su sujetador, esa era su camiseta, esos sus pantalones cortos, esas sus medias, y esas sus bragas!!!

Pensó en salir de su escondite y decírle qué hacía con todo eso. Pero se lo pensó mejor y decidió que la situación iba a ser un poco embarazosa.

Al fin de cuentas aquello no era mas que ropa usada y por encima sudada.

No entendía para que la quería.

Se le ocurrió que tal vez otra persona había robado la mochila y la había tirado al jardín dentro de su casa…

Pero es que en su mochila había una etiqueta con la dirección de su casa, así que si la hubiera encontrado tirada en su jardín, lo más lógico es que se la hubiera devuelto.

Y además eso no explicaba porqué la había subido precisamente ahora a la buardilla.

Esto no tenía ningún sentido. Por muchas vueltas que le daba, no conseguía encontrar una explicación coherente.

Entonces su vecino le dio a avanzar capítulo a la película.

En la pantalla se vio otra chica, esta era aun más exuberante que la anterior.

Acababa de entrar en un dormitorio. Llevaba unas medias blancas, un micro-tanga, y un sujetador que apenas le ocultaba sus senos.

En una esquina del dormitorio, cerca de una ventana, había un señor. Estaba completemente desnudo y se masajeaba su miembro distraidamente.

- Cuando vuelve tu mujer? -preguntó la chica acercándose hasta la cama que había en el centro de la habitación.

- Mi mujer ha salido con el coche, seguramente irá a comprar, así que tenemos todo el día para nosotros tesoro -respondió el hombre.

Ella se tumbó en la cama boca arriba, se quitó las bragas y abriendo las piernas dijo:

- Quiero que me folles.

- Eso es lo que voy a hacer -respondió el, acercándose hasta la cama y tumbándose encima de ella.

Su vecino le dio a la pausa, dejó el mando en el suelo y agarró la almohada.

Qué hacía ahora?

Estiró el brazo y cogió su sujetador. Y comenzó a abrocharlo a la almohada.

Eh??

Esto no tenía sentido.

Le gustaría ponerse ropa de mujer?...

Estaría midiendo la talla para saber si le servía a otra persona?...

Cogió las dos medias y puso cada una de ellas dentro de los cazos del sujetador.

Luego cogió la camiseta y la metió por la parte de arriba de la almohada, dejándola justo encima del sujetador.

No entendía nada…

Además la ropa estada sudada. Si la ponía allí le dejaría todo el olor en la almohada.

Por último cogió sus bragas y las metió por la parte de abajo de la almohada, subiéndolas hasta que quedaron justo debajo de su camiseta.

Dejó la almohada a un lado, tumbándose de nuevo sobre los cojines. Cogió el mando a distancia y quitó la pausa.

Ahora el dueño de la casa estaba tumbado encima de aquella chica sin bragas. Y sujetándose el pene lo introdujo dentro de su vagina diciendo:

- Esto te va a gustar mucho, tesoro.

Ella gimió de placer y los dos comenzaron a agitarse acompasadamente mientras la cámara encuadraba sus dos sexos.

Su vecino cogió la almohada con las dos manos y la puso encima de él. La camiseta le quedaba justo encima de su cara. Y empezó a olfatearla.

Pero qué hacía? Esa camiseta la había empleado en el gimnasio, así que debía oler a sudor.

Estaría comprobando si estaba limpia? Quizás la había lavado y ahora estaba vien…

- No, déjame… -susurró su vecino, interrumpiendo sus pensamientos.

- Quítate de encima… - volvió a susurrar mientras movía la cara de un lado a otro y restregaba su nariz contra su ropa.

Ella sintió que hervía por dentro. No podía ser que su ropa le excitara.

Sin que casi se diera cuenta, él bajo la mano derecha hasta su pantalón y se cogió el pene. No podía vérselo porque estaba la almohada encima, pero apreciaba perfectamente como lo estaba agitando.

Se estaba masturbando frotándose contra su ropa, pensando en ella!

No podía aguantarse más, así que ella metió los dedos dentro de sus bragas y apretó con fuerza.

- Apártate de encima… - dijo él con voz entrecortada.

Y con la mano izquierda hizo fuerza, levantándo la camiseta y dejándo a la vista el sujetador.

- No… eso no… tus tetas no…

Y él mismo se echó la almohada sobre la cabeza, apretando el sujetador contra su cara.
Se revolvía como intentando apartarse de su sujetador. Pero en verdad estaba respirando profundamente, intentando innalar el aroma de la prenda mientras que su mano, oculta por la almohada agitaba salvajemente su miembro.

Ella se frotaba al mismo ritmo que él. Quería echarse encima suya y olerle al igual que hacía él. Quería ponerle sus pechos encima de su cara, quería restregárselos y que se los chupara.

Su vecino cogió la almohada con las dos manos y la levantó.

- Qué vas a hacer? -susurró.

Y poco a poco la fue levantando más.

- No, ahí no… No pienso dejar que me lo pongas en la cara…

Estaba levantando la almohada y acercándo sus bragas a su rostro.

- No… por favor. En la cara no…

Y entonces cogió la almohada y la apretó contra su cara, justo donde estaban las braguitas de ella.

Escuchó como el inspiraba el aire, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras apretaba la almohada. Soltó una de las manos y se agarró el pene. Como había subido la almohada ahora podía verlo perfectamente. Estaba al rojo vivo, se movía solo, latiendo salvajemente.

Lo agarraba con su mano y se masturbaba muy rápidamente, a la vez que movía las caderas.

Ella no pudo más e introdujo uno de sus dedos hasta el fondo dentro de ella, aguantando un gemido. Luego metió otro dedo más y se imaginó que eran su polla lo que estaba dentro.

Los metía y los sacaba al mismo tiempo que él agitaba su pene. Era como tenerlo dentro de ella, sintiendo como la penetraba una y otra vez.

Observaba como la punta de su pene estaba cada vez más húmeda, como rezumaba una sustancia viscosa que le caía por el lado.

Debía estar a punto de correrse.

Algo húmedo fluyó entre sus dedos. Ella también estaba a punto.

Ver como movía aquello, como lo estrujaba, como se retorcía de placer arqueando la cadera era un espectáculo apasionante. Quería que se corriera, pero quería que se lo echara dentro de ella, quería que se la metiera bien dentro y le llenara todo de su semén, hasta que le saliera de entre sus labios.

Y de pronto él tiró a un lado la almohada!

- Ahora te vas a enterar…

La habría oído? La habría visto? En esos momentos ya no le importaba, quería que se echara encima de ella y que la violara, que la castigara por mirona, que le pegara en el culo y se lo pusiera rojo, que le apretara los pechos con fuerza. Quería que le pusiera su polla en su boca, en sus tetas, quería que se la metiera por el culo hasta que ya no entrara más, quería que se la metiera en la boca y le echara todo su esperma dentro y le obligara a tragarlo…

Pero no era eso, no la había visto.

Le estaba dando la vuelta a la almohada. Poniéndola contra el suelo, con el sujetador más cerca de la pantalla, y las bragas enciama de los cojines donde antes apoyaba la espalda.

Se levantó del suelo, se dio la vuelta, mirándo a la pantalla y dándole la espalda a ella, y se puso a cuatro patas encima de la almohada, con una pierna a cada lado.

- Ahora te vas a enterar puta…-dijo con otro tono de voz más serio.

Se había puesto así para poder ver la película mientras montaba la almohada. Y como estaba a cuatro patas encima, tenía su culo a menos de medio metro de la cara de ella.

Con su mano derecha se sacó su pene por encima del pantalón y dijo:

- Te lo voy a meter todo…

Y empezó a mover sus caderas hacia abajo, frotando su pene contra las bragas de la almohada.

Un segundo después volvió a subir las caderas y su trasero volvio a quedar en pompa encima de los cojines.

Aquello era demasiado. No podía creerlo. Tenía las bragas empapadas. Era como si se hubiera echo pis encima, pero le daba igual.

Reptó hacia delante sigilosamente mientras su vecino seguía subiendo y bajando, avanzó con cuidado hasta que el culo de él quedó a apenas unos centímetros de su cara.
Desde aquella posición podía ver como su pene se arrastraba sobre sus bragas, empapándola de aquella sustancia pegajosa.

Él seguía subiendo y bajando las caderas y ella podía ver como su trasero se agitaba delante suya.

Tenía sus dedos metidos muy dentro de ella y los movía con fuerza. Tenía que controlarse para no acabar ya. Ver como se movía ese culo respingón delante de su cara la volvía loca. Y quería que se corrieran juntos.

Él paró un instante y dijo:

- Ahora te lo voy a echar todo encima, guarra.

Apoyó la cara contra la almohada, dejando las caderas levantadas. Su pene le colgaba por delante y tenía el culo en pompa.

De esa manera tenía las dos manos libres.

Con la mano derecha se cogió su polla y empezó a agitarla encima de sus bragas. Estaba moviéndola con fuerza, arrastrando la piel hacia delante y hacia atrás. La punta estaba tan humedecida que caían pequeñas gotas. La movía con tanta fuerza que sus testículos rebotaban y se movían de un lado para otro…

Estaba a punto de correrse.

De pronto, movió su mano izquierda y la puso detrás, encima de una de las cachas de su culo y empezó a moverla hacia el orificio que había en medio. Apretando y apretando por encima del pantalón, mientras que con la derecha seguía masturbándose.

Tenía su culo tan cerca de su cara que casi sentia su olor. Había alcanzado su ano y ahora veía como estaba haciendo cada vez más fuerza con el dedo, se estaba metiendo el pantalón y si seguía así podría llegar a romperlo.

De repente paró de hacer fuerza y subió la mano hasta el borde del pantalón, metiéndola por dentro y dirigiéndose nuevamente hasta aquel orificio.

Ella aprovechó para adelantar un poco su cabeza y poner su rostro a apenas unos milímetros. Ahora podía olerlo, olía su sexo, su sudor, su culo…

Y entonces escuchó como el gemía mientras se introducía lentamente el dedo dentro de su culo…


Ella no aguantaba más.

Se le ocurrió una idea… pero era muy arriesgada.

No… era muy arriesgada.

Cada vez veía como él se metía su dedo más y más adentro. Mientras que su mano seguía masturbando su pene cada vez más rápido.

Le daba igual que fuera arriesgada. Lo iba a hacer.
Él estaba mirando a la pantalla absorto. Y tenía la almohada en su pecho, así que era imposible que la viera. Tenía las piernas abiertas, la cadera levantada y había hueco de sobra….

Era muy arriesgado… pero ver como la mano de él se estaba empapando por la humedad que desprendía la punta de su pene, ver como estaba a punto de correrse, hacía que el riesgo mereciera la pena.

Si ella se giraba, y se ponía boca arriba tumbada en el suelo, si se deslizaba con cuidado sin tocarle, podría mover su cabeza entre sus piernas, justo debajo de su polla, podría verla allí delante de su cara. Quería que le echara todo encima de su cara, quería saborearlo en su boca, quería comérselo y ella se correría también, juntos.

Era arriesgado, pero lo iba a intentar.

Así que se dio la vuelta con cuidado, apartando el cojín que tenía en el pecho. Se tumbó boca abajo y empezó a empujarse con las piernas, desplazándose entre las piernas de él.

Cada vez se aproximaba más. Se estaba metiendo entre entre sus dos muslos. En esos momentos podía ver como sus testículos rebotaban una y otra vez cuando él agitaba su pene.

Se metió aun más y más debajo de él. Era una sensación peligrosa y excitante. Tenía sus dos piernas a los lados de la cabeza, y sentía el intenso aroma sexual que despedía. Cuando lo agitaba hacia abajo su pene llegaba tan cerca de su cara hasta sentía el calor que desprendía.

Avanzó un poco más, hasta que se cabeza se apoyó contra la almohada. Tenía su boca a tan sólo un centímetro o dos de la punta de su pene y veía como sus tésticulos se golpeaban con la mano cada vez que la movía.

 Su corazón latía con fuerza, y sentía como toda la sangre bombeaba hacia su entrepierna. Ella metió las manos debajo de su falda y notó como sus bragas estaban empapadas, casi igual que la punta de su pene. En esos momentos estaba tan húmeda, que una pequeña gota de esa sustancia brillante empezó a desprenderse desde la punta. Cayó justo sobre sus labios.

Él empezó a moverse mucho más rápido y a respirar con fuerza. Debía estar a punto de correrse.

Ella le imitó, tocándose también y metiéndose los dedos hasta dentro.

Cada vez que él retiraba la piel, la punta quedaba a tan sólo un milímetro de sus labios.

Abrió la boca y sacó la lengua… quería que se lo echara todo encima. Quería comérselo… quería sentir como su semen caliente le caía por la cara…


…CONTINUARÁ…

3 comentarios: