EL LIBRO


La semana próxima era el cumpleaños de su hermana, y aquella tienda tenía una pinta estupenda. Nunca había entrado antes, pero le daba la sensación de que era una mezcla entre un rastrillo de segunda mano y una tienda de antigüedades.

En sus paredes había estanterías repletas de libros, un montón de relojes de todos los tamaños y formas, máquinas de escribir, gramófonos, marionetas, espejos, maletas y todo lo que se te pudiera ocurrir.

Allí seguro que encontraría algo para su hermana. Ya fuera un disco de música, un libro o cualquier otra tontería. En último caso, si no encontraba nada, le compraría una camiseta en unos grandes almacenes.

Curioseó por lo estrechos pasillos, tocando las tallas de madera, los extraños instrumentos musicales y las teclas hundidas de un organillo. Echó un rápido vistazo por encima a unos viejos discos de vinilo, hasta que sus ojos se detuvieron en un precioso baúl.

Era muy bonito, a pesar de que la madera estaba muy deteriorada y los adornos metálicos oxidados. En algunas zonas se estaba despedazando, pero aun así tenía su encanto. Si supiera que a su hermana le gustaba lo compraría ahora mismo… bueno, siempre que el precio fuera razonable, claro.

La llave estaba puesta, así que probó a girarla para abrir la cerradura. Tiró de la tapa hacia arriba, esperando encontrar dentro algo mágico y misterioso, para descubrir, decepcionada, que estaba vació.

Cuando se disponía a cerrarlo, le pareció ver algo entre uno de los pliegues de la tela que recubría sus paredes. Se acercó un poco más, comprobando que había un disimulado bolsillo lateral en uno de los lados y dentro, asomaba el canto de un libro.

Metió la mano y sacó un pequeño libro negro de tapas duras, que se titulaba “La mente: ese gran desconocido”.

Qué desilusión! Se había imaginado que habría un mapa del tesoro, o un formulario de alta magia, pero no era más que un librejo cualquiera, y encima fantástico.

Aunque… ahora que lo pensaba… hubo una temporada en la que su hermana se le había dado por leer temas esotéricos: que si el triángulo de las bermudas, que si apariciones, que si espectros. Abrió la tapa para ver el precio, pero no estaba marcado. Bueno, era igual, le llevaría este libro, y también le compraría una camiseta para darle algo un detalle un poco más curioso.

Cuando se lo enseño al dueño de la tienda (omitiendo dónde lo había encontrado), dijo que no se acordaba de tenerlo, le echó un rápido vistazo, dejándoselo por una cantidad insignificante.

Volvió a su casa y tiró el libro encima de su cama. Mañana compraría papel de regalo y lo envolvería. Tenía que ser papel bonito, para al menos tratar de darle un toque misterioso a aquel librejo.

Se ducho, cenó, habló por teléfono con una amiga para ver si quedaban para ir a la piscina al día siguiente, vio un momento la tele y subió a arriba para acostarse.

Al entrar en su habitación vio el libro encima de la cama. Ya ni se acordaba de él. Lo cogió entre sus manos por curiosidad y se tumbó para echarle una ojeada.

Las tapas no tenían ningún detalle significativo. Parecían como de piel, o tela gastaba, sin adornos, ni florituras.

“La mente: ese gran desconocido” menudo título! no se podía ser menos original. Y además no se veía el nombre del autor por ningún lado. No le extrañaba, seguro que le había dado vergüenza poner su nombre en aquella cosa. Estos libros esotéricos eran casi peor que esas historias cortas de pornografía barata que a veces se veían por ahí.

Lo abrió y comenzó a leer.

“Aunque usted no se lo crea, su mente alberga uno de los mayores secretos del universo conocido…”

Ufff… menuda tontería.

Pasó unas páginas, probando a leer otro párrafo al azar:

“Con esta ecuación conseguiremos entrar dentro de la mente. Podremos observar y comprobar todos los extraños elementos que la forman y que sirven como pilares a la realidad donde se asient…”

Uff… creo que no…

Cuando ya se disponía a dejarlo encima de la mesilla, le pareció ver que una de las esquinas de una de las hojas estaba doblada. Lo abrió por allí, dándole una última oportunidad.

Aquellas hojas estaban subrayadas, llenas de anotaciones y escritas por todas partes. Uno de los párrafos había sido rodeado por un círculo y con una flecha alguien había escrito en mayúsculas: “FUNCIONA!!!”

Aquello sí que era interesante, así que empezó a leer esas dos hojas.

Hablaba de que ciertas personas podían “introducir” pensamientos dentro de la mente de los demás, llegando a manipularlos. Decía que dependía mucho de cada uno, ciertos individuos no eran transmisores, otros en cambio no eran receptivos. Y además había una serie de condiciones externas que influían notablemente. Entre ellas por ejemplo: la fase en la que se encontraba la luna. Ya que según el libro, la proximidad del astro influía en la transmisión de pensamientos. Cuanto más llena estuviera la luna, mayor era la conductividad de la supuesta transmisión.

Te explicaba que enfocando nuestro pensamiento hacia la mente de la otra persona, o pronunciando en alto nuestro deseo, conseguiríamos que su mente aceptara ese pensamiento como suyo.

A ella todo aquello le parecía una tontería. Pero aquellas anotaciones la tenían intrigada y la enganchaban cada vez más. Estaba escrito por todas partes, en un lado ponía “debo enfocar mi mente”, en otro “comprobar calendario lunar”, al lado “probar esto con A.P.”

Leería un poco más, tenía curiosidad por ver cómo explicaba todo el proceso. No podía quedarse así con la duda. Así que encendió la luz de la mesilla de noche, y se acomodó en la cama apoyando la almohada detrás de la espalda.

Al final resultó que el libro era interesantísimo. La narrativa era buena, los conceptos sencillos y los ejemplos perfectos. En ningún momento se hacía fantástico, ni excesivamente profundo.

Según su autor, todo se basaba en las matemáticas y en su relación con el orden establecido en el universo. Había ciertos “errores” en el diseño de la mente que nos permitían aprovecharnos de ellos si conocíamos las rutas adecuadas. Se basaba en un principio similar al de las ilusiones ópticas o auditivas. Se trata de engañar a los sentidos. Cada mente de las personas era un universo en si mismo, y los había muy complejos y muy sencillos. Algunos eran fortalezas inexpugnables y en cambio otros eran tierras fértiles donde adentrarse.

La cuestión para intentar abrirse paso en los pensamientos de los demás era enfocar en la mente una serie de cálculos matemáticos, y repetirlos una y otra vez, una y otra vez hasta que se sumían en el inconsciente, eso permitía abrir la “conexión”, una vez abierta debíamos tratar de enlazar con la otra mente a través de una serie de numeraciones pre-establecidas.

Se estaba quedando dormida….

Miró la hora, horrorizándose al comprobar que eran las tres y media de la noche!!!! Y mañana había quedado a las ocho con su hermana!!

Leería un par de páginas más y se acabó! Mañana continuaría.

Continuó leyendo sobre los números que formaban la fórmula matemática. Parecía complejo, pero la manera en que lo explicaba lo hacía fácil de entender, desgranando cada apartado y relacionándolo con alguna cosa, para que memorizarlo fuera algo natural y sencillo.

Los leyó una vez, mientras los repetía en su cabeza. Volvió a leerlos otra vez esta vez apartando la vista de vez en cuando para ver si se acordaba de la parte que había tapado.

Sí, perfecto.

Los volvió a leer y leer y leer, mientras el sueño se iba a apoderando de ella. Su mente se estaba nublando, pero aquellos número eran fascinantes…

05… 17… 11094… 060618089… 10817008…

De repente algo la zarandeó…

Qué?

Abrió los ojos y vio a su hermana al lado de ella diciéndole:

- Sabes qué hora es???!!!! Te has vuelto a quedar dormida!!!!

Ostras! Pero si hace un momento estaba leyendo el libro?! Se había debido quedar sopa leyendo y no se había dado cuenta…

- Venga! rápido! levántate y vístete que llegamos tarde!!!!

Estaba cansadísima y dormida… era como si su mente aun siguiera repitiendo esos números … 08… 01… 18060…

- Venga tía!! No seas remolona!!!! Levántate!!!!! -le insistió su hermana

- Ya voy, ya voy… -respondió cansada

- Tía! vamos a llegar tarde si no te apuras! Venga joder! -volvió a instigarla.

- Porqué no bajas a la cocina y me dejas en paz un rato!!! Ya bajo ahora mismo! dame sólo un segundo!! –la estaba sacando de quicio. Que pusiera la radio, que se fumara un pitillo o que se tomara un té y se tranquilizara!

- Está bien coño. No hay porqué ponerse así! – dijo su hermana dándose la vuelta- pero como tardes más de un minuto subo y te cuelgo por el cuello. No podemos llegar tarde!!!

- Ya lo sé, ya lo sé. Bajo ahora mismo, en serio. Es sólo lavarme la cara y ponerme unos pantalones.

Qué tía, siempre con prisas!

Pero en el fondo tenía razón: la culpa era suya por haberse quedado dormida. Bueno, la culpa era de ese maldito libro. Ahora hasta le dolía un poco la cabeza, seguro que era de tanto número y tanta fórmula matemática…

Se lavó la cara, se puso unos vaqueros y una camisa y bajó hasta el salón.

Allí no estaba su hermana.

Vale. Debía estar en el garaje esperándola dentro del coche… Sí, seguro.

Bajó las escaleras que conducían al garaje, pero las luces estaban apagadas y la puerta bajada, así que allí tampoco estaba.

- TERE??? -llamó en alto

- Estoy aquí, en la cocina!

- Venga ,vamos, que ya estoy lista! - jolín, antes tantas prisas y ahora no viene.

- Un momento. Ya casi he terminado!! -respondió su hermana.

No aguantaba más, se dirigió hacia la cocina para ver qué estaba haciendo.

La encontró delante del fogón con una cacerola en el fuego.

- Pero qué haces, no nos íbamos? -le preguntó sorprendida.

- Nada, me voy a tomar un té. Me apetece un montón -dijo volcando el agua en una taza donde se veía una bolsita de hiervas.

Pero si ella no tomaba té por la mañana. Qué raro.

- Y qué hace la radio de papá encendida?

- Estaba ahí tirada y la encendí mientras se calentaba el agua. Tenía curiosidad por saber que emisoras captaba…

Un sudor frío le recorrió la espalda.

No podía ser verdad.

Era una simple casualidad. Una coincidencia como otra cualquiera. Una coincidencia extraña, pero una coincidencia a fin de cuentas…

Buscó con la vista el calendario que tenían en la cocina. Si no recordaba mal, venían indicadas las fases lunares… Sí, allí estaba.

Mañana era luna llena.

Otra casualidad.

- Venga, vamos, creo que me tomaré el té luego. Ahora lo que de verdad me apetece es fumarme un cigarrillo -dijo su hermana dirigiéndose hacia el garaje.

Pasó toda la mañana sumida en un estado de shock pensando en el libro que tenía en su habitación. En lo que había leído la noche anterior. Recordando las anotaciones de los márgenes.

De vez en cuando volvían a su cabeza aquella serie de números. Y cuanto más intentaba olvidarse de ellos, era peor.

Se sentía muy tonta. Era como si se creyera que tuviera poderes y lo más probables es que hubiera sido una casualidad, una rara, absurda pero simpática casualidad. Lo más probable es que al ser hermanas sus mentes estuvieran sintonizadas en la misma frecuencia, y a lo mejor con la tensión del momento simplemente había captado esos pensamientos.

Para solucionar el enigma tendría que probarlo nuevamente. Pero no se atrevía, sentía una mezcla entre miedo y vergüenza. Tampoco sabía como afrontar bien la situación. Qué podía decir? y a quién?, en una tienda? en el bus? en el estanco? Y si decía o pensaba algo que no debiera? O si se daban cuenta? Aun no había terminado el libro… y había cosas que no había leído todavía?

Cuando regresó a su casa por la tarde lo primero que hizo fue subir a su habitación para comprobar que el libro siguiera allí.

Sí, encima de la cama, donde lo había dejado.

Parecía un libro normal y corriente.

Pero que estaba diciendo! Era un libro normal y corriente! Se estaba obsesionando demasiado. Y todo por una casualidad.

Quería seguir leyendo, pero su habitación era un horno, así que salió a la terraza, y se sentó en una de las sillas.

Ahora veía las páginas de manera diferente. Ahora entendía mejor las anotaciones de los márgenes. Entendía porqué la letra reflejaba nerviosismo y emoción. Entendía porqué ciertos párrafos estaban resaltados, y porqué unas frases habían sido subrayadas múltiples veces.

Volvió hacia atrás y empezó a leerlo de nuevo. Ahora veía como el autor hacia mucho hincapié en el uso que se le diera a esta habilidad. Tenía tantas aplicaciones positivas como negativas, se podía emplear para multitud de cosas. La verdad es que daba miedo sólo con pensarlo.

Pero sería verdad?

Tenía que probarlo nuevamente…

Pensaba en su hermana, pero no quería hacerlo con ella. La conocía tan bien que no era el “sujeto” más adecuado.

De pronto se vio distraída por el ruido de una puerta en la acera de enfrente. Alzó la vista y vio a su vecino que salía con su bicicleta. La verdad es que no estaba mal. Era guapo, parecía muy majo y tenía un trasero respingón al que siempre se le escapaba la mirada.

En ese mismo instante, se le ocurrió una idea!

Era pefecta!!!!

Así que se levantó y pensó:

- Mira hacia aquí… Mira hacia aquí… mira hacia aquí…

Y empezó a decirlo en voz baja…

- Mira hacia aquí… mira hacia aquí… venga…. Mira hacia aquí…

Entornó sus ojos, como para enfocar con mayor precisión el haz de sus pensamientos.

- MIRA HACIA AQUÍ VAMOS!! MIRA HACIA AQUÍ!!

Pero observó desconsolada como el vecino se montaba en su bici y se marchaba pedaleando.



Se sentó en el sillón con una mezcla de alivio y tristeza. Fuera lo que fuera lo que había ocurrido esta mañana no había sido más que una casualidad entre dos hermanas.

Nadie puede controlar la mente de los demás. Es absurdo.
Si fuera cierto no estaría escrito en un librejo de segunda categoría. El mundo sería diferente, los gobiernos lo emplearían a su favor.

Qué tonta he sido…

Seguro que es por falta de sueño, se dijo así misma sonriendo.

Arrojó el libro encima de la cama y bajó a la cocina. Hacía calor, estaba sedienta y le apetecía una coca cola bien fría. También le apetecía contárselo a alguien y desahogarse, así que se llevó el móvil con ella para llamar a su amiga Rosa. Se lo contaría todo y así se sentiría más aliviada. Seguro que le hacía mucha gracia.

Abrió el frigorífico, cogió la bebida y se sentó en uno de los sillones del salón con el teléfono en la mano.

Mientras se tomaba la coca cola pensó en su vecino. No lo conocía de nada, nunca habían cruzado palabra y eso que lo había visto un montón de veces. No había duda de que le gustaba la bicicleta siempre andaba dando vueltas con ella de un lado para otro. También recordaba haberlo visto cortando el césped un día de verano. Hacía calor y se había quitado la camiseta, ella estaba arriba en su terraza y lo había visto todo. La verdad es que el tío estaba cachondo.

Qué osada había sido al tratar de llamarlo con la mente… je,je…

Pero en el fondo no se arrepentía.

No.

Si lo que el libro contaba fuera cierto, estaría genial poder controlar su mente. Hablaría con él y lo convencería para que la invitara a su casa! Sí!! Eran vecinos, así que era lo más normal del mundo, no había nada malo en ello –pensó sonriendo-. Sí, ella podía decir que la invitara a su casa…. Y luego allí el se arrimaría a ella. Incluso podía obligarle a que se quitara la camiseta delante de ella… pero cómo?... bueno, ahora que se le ocurría, le podría pedir que le enseñara a cortar el césped, él la cogería y le diría donde debía ponerse para hacerlo bien, se le acercaría mucho y ella sentiría como sus músculos desnudos…

Vaya! Se estaba emocionando sin querer. Si seguía así tendría que darse una ducha de agua fría dentro de poco.

Todo aquello era una tontería, aunque no había nada de malo en fantasear un poco no conducía a ningún lado.

Era mejor llamar a Rosa y olvidarse de su vecino. Así que cogió el teléfono en la mano y marcó su número.

Estuvieron hablando unos veinte minutos, pero antes de comentarle lo del libro intentó averiguar qué es lo que opinaba de esas cosas, así que para sonsacarla un poco dijo que había visto un programa de un psíquico que era capaz de leer la mente y controlar los pensamientos. A Rosa todo eso le parecía una farsa, así que ahí terminó el asunto.

Quedaron por la tarde en el centro, para ir a tomar algo. Si aprovechaba ahora y salía, tendría tiempo de sobra para comprarle una camiseta o un pantalón a su hermana, y luego ya se encontraría con Rosa.

Así que se cambió de ropa, cogió la cartera, la metió dentro del bolso, y tras comprobar la hora salió afuera para coger el autobús.

Estaba esperando en la parada, cuando de repente vio que su vecino regresaba montado en su bicicleta. Vaya, también era casualidad! Sintió un poco de vergüenza, así que cogió su móvil, bajo la vista y disimuló haciendo que tecleaba un mensaje.

Notó como algo se aproximaba por su derecha y al alzar la vista, allí estaba él con su bici.

- Hola! –dijo con un tono jovial y una sonrisa en la cara.

- Hola… -respondió ella, sorprendida, no sabía qué decir, ni qué hacer.

- Soy el vecino de la casa de enfrente. Vivo ahí –dijo señalando su casa con la mano sin apartar la sonrisa de tus labios- Te parecerá raro, pero es que antes te he visto en la terraza y me ha parecido que me llamabas. Ya sé que suena un poco extraño, y que ahora mismo me debes estar tomando por loco, pero es que cuando te he visto aquí he dicho: voy a decírselo. Sé que no me has podido llamar, porque para eso tenías que haber dado un grito, pero es que ha sido muy curioso. Y, bueno, he creído que deberías saberlo…

No estaba loco, por supuesto que no. Era otra cosa, pero no se lo podía decir.
De cerca era distinto. Tenía un encanto especial, algo le atraía hacia él. Y aunque parecía tímido, ahora mismo no lo demostraba.

- Y la verdad es que no suelo hablar tanto… -dijo agachando la vista- … y mucho menos con desconocidos… pero es que me ha hecho gracia y te he visto aquí parada y como siempre te veo y no nos conocemos, pues he pensado que era una buen momento para hablar contigo.

Sí, estaba nervioso. Por eso hablaba tanto. Era un poco tímido, pero eso le gustaba.

Ahora que lo tenía tan cerca, podía ver su rostro bronceado por el sol y sus ojos azules. La camiseta se le ceñía ligeramente sobre los músculos del pecho, y los bíceps se le marcaban al sujetar la bicicleta. Unas pequeñas gotas de sudor le perlaban la frente.

- Bueno, no te molesto más. Te debo desconcentrar con tanta palabrería, ni yo mismo sé lo que digo. Y para ser la primera vez que hablamos creo que no he estado muy acertado. Hasta a mi me suena a excusa barata para acercarme hasta aquí..Así que ahora que ya nos conocemos, me voy a casa. La próxima vez que nos veamos ya hablaremos con más calma. Bueno, al menos, espero que yo hable con más calma… -sonrió timidamente y se despidió diciendo - Chao!

Y sin darle tiempo a responder, se dio la vuelta dirigiéndose hacia la puerta de su casa.

Era un encanto. Estaba tan nervioso, pero había sido dulce en cierto modo. Y la verdad sea dicha: estaba como un tren. Ahora que se alejaba sus ojos se posaron sin querer en su trasero, pero los pantalones flojos que llevaba no le permitieron apreciar nada.

La había cogido tan de sorpresa que no le había permitido decir nada. Y ahora ya era tarde. Qué pena! Para una vez que hablaba con ella! Había desaprovechado la oportunidad! A saber cuando volvían a hablar, si por ella fuera le encantaría que diera la vuelta ahora mismo, y siguiera hablando con ella otro rato…

Y de repente, como si la hubiera escuchado, dejó la bici apoyada en la puerta de su casa y se dio la vuelta, regresando a su lado.

- Perdona que te moleste otra vez –sonrió con timidez- he estado pensado en lo que te he acabo de contar… y creo que he sido un tonto. No son formas de aproximarse a una persona, no al menos de la manera en la que lo he hecho yo. Además ni siquiera te he dejado hablar, he empezado yo como un loro y no he parado. Así que quería pedirte disculpas por este precipitado y absurdo soliloquio.

- No pasa nada. Entiendo que la situación era un poco “forzada” y es normal que estuvieras nervioso –respondió ella sonriendo. Definitivamente era un encanto.

- Gracias. Me alegro haber solucionado este pequeño mal entendido –dijo extendiendo su mano para chocársela.

Ella le cogió la mano y sintió como la apretaba con fuerza. Le gustaba. Así de cerca le gustaba todo de él. Un pensamiento recorrió su cabeza por un milisegundo: qué se sentiría entre sus brazos…. Pero inmediatamente antes de que ese pensamiento se llegara a materializar, lo borró de su cabeza, no vaya a ser que tuviera problemas.

- Estás esperando el autobús? –le preguntó él.

- No!... digo: sí! -vaya, ahora era su mente la que la traicionaba. Ahora no quería coger el autobús, prefería seguir hablando con él -parece que se está retrasando. Ni siquiera a pasado hacia la punta todavía -continuó ella-. No lo entiendo, porque suelen ser muy puntuales.

Si tardaba más volvería a su casa, se tomaría algo y cogería el próximo. Aunque lo que sí que estaría bien sería ir a tomar algo a la casa del vecino, pensó sonriendo en su imaginación.

- Si quieres puedes venir a mi casa, te invito a una coca cola, podemos tomarla en el jardín así cuando oigamos pasar el autobús hacia abajo, sales y te da tiempo de sobra a cogerlo.

Se quedó helada, pero con un calor frío en su interior. Lo estaba haciendo ella? Era real aquello? O él sólo estaba intentando ligar con ella y eso era una simple excusa para llevarla a su casa? Bueno, fuera lo que fuese lo iba averiguar. Así que respondió:

- Sí, porqué no?

Qué narices! Era su vecino,

- Vale! Vamos a ver qué tengo en la nevera! -dijo él dando media vuelta y dirijiéndose a la entrada de su casa.

Cogió la bici que había dejado apoyada allí, y entraron. La puerta del garaje estaba levantada. Dejó la bicicleta y subieron por unas escaleras hasta la cocina. Durante el trayecto ella no pudo evitar fijarse en sus nalgas, era una pena que se pusiera aquellos pantalones, eran tan holgados que le disimulaban todas las curvas. Le quedarían mejor unos un poco más ceñidos.

- Antes te he dicho que te invitaba a una coca-cola, pero me temo que sólo tengo zumo de limón, multifrutas, agua… o un vaso de leche. Es que la coca-cola no me gusta nada – sonrió abriendo la puerta del frigo.

- Esta bien, el zumo de limón me gusta.

- A mi me encanta. Así, después de hacer ejercicio, sienta muy bien.

Sí, tenía la camiseta ligeramente mojada en el pecho y las axilas. Había sudado. Pero en estos momentos hasta le parecía un poco sexy. Quizás sería por la novedad, o por estar a solas con él. Pero el tenerlo allí cerca le ponía nerviosa. Aunque le constara admitirlo, en esos momenos le gustaría poder acercarse un poco más y empaparse de su aroma. Qué tontería.

- Si me disculpas voy a ir a cambiarme, estoy todo sudado. Pero no te preocupes, no tardo nada. Subo a mi habitación y cojo otra camiseta -dijo él dirigiéndose hacia la escalera.

Al llegar a la escalera se quitó con un rápido movimiento la camiseta y la dejó sobre una silla diciendo:

- Esta va para la lavadora directamente… je,je - y desapareció escaleras arriba.

Había sido sólo un instante, pero había conseguido vislumbrar su torso desnudo. Los músculos se le marcaban en el pecho y en los brazos y había podido comprobar como el bello le cubría el pecho de forma muy masculina.

Un minuto más tarde apareció de nuevo escalera abajo. Llevaba una camiseta negra y unos pantalones de chándal gris superceñidos! que le marcaba todo, incluso se notaba perfectamente la línea de los calzoncillos!

- Voy a por mi bebida! -dijo pasando al lado de ella y abriendo el frigorífico.

Se tuvo que agachar para coger la botella que estaba en una de las estanterías inferiores. Pero lo hizo sin doblar las rodillas, con todo el trasero levantado.

Vaya! aquellos pantalones sí que realzaban sus nalgas. Casi se podían decir que eran pornográficos. Se le notaba cada curva, cada redondez, cada línea. Ella tenía razón, tenía un culo respingón que le encantaba!

Así en esa posición estaba para cogerlo y azotarlo, pensó. Sí, se pondría detrás de él y le daría unas buenos palmetazos en el culo, que sonaran bien alto. Una sonrisa se le dibujo en el rostro, qué tonta era. Cómo podía pensar esas cosas?

De pronto el se giró, sacando una botella del frigo y pillándola con su vista clavada en sus nalgas.

- Qué estás mirando? -preguntó él con curiosidad, levantándose con la botella en la mano.

- Oh! nada! -la había pillado completamente. Qué vergüenza! Y notó como el calor subía a sus mejillas. Y su mente buscó un tema rápido de conversación para evitar tener que hablar de eso… el tiempo?... su familia?... la casa? - Y qué tal con la bici? de donde venías?

- Vengo del centro. La bici me encanta, además es una alternativa perfecta al tráfico, puedo aparcarla donde quiero y no me preocupan los atascos. Para mi gusto sólo tiene un inconveniente… bueno dos, pensándo bien.

- Cúales? -le siguió la conversación, alegrándose de que le resultara interesante la pregunta.

- Lo primero es la lluvia. Aquí llueve un montón y cuando llueve no apetece nada coger la bici. Te pones perdido, y además luego hay que estar limpiando la bici y engrasándola. Pero lo peor no es eso… -dijo acercándose a su lado para servirle la bebida.

- No?... entonces? - pregunto ella.

- Lo peor es: el culo -dijo colocando una mano sobre una de sus cachas y apretándola - tú sabes lo que duele cuando llevas unos kilómetros. Se te queda dolorido y medio adormecido… Mira compruébalo por ti misma.

Y antes de que se diera cuenta, le había cogido la mano y se la había puesto encima de una de sus cachas.

Un sudor frío le subió por la espalda al sentir la carne de él en sus manos.

- Ves como está duro? -dijo aprentado su mano y forzándola a apretarle la nalga -No lo notas? - y volvío a apretar.

- Normalmente está mucho más blandito -continuó- , pero ahora lo noto rígido y adormecido. Fijáte, como pasa también aquí -y dirigió su mano hasta la otra cacha, donde la apretró, pero esta vez más suavemente y repetidamente durante varios segundos.

Ella no notaba nada duro, al contrario. Ella sentía como toda la nalga se contraía al apretarla con su mano, para volver a su posición natural cuando aflojaba la presión.

- No lo sé, pero es que yo lo notó muy rígido, tanto en el inicio de la espalda -y dirigió su mano justo donde empezaba el pantalón, hasta la base de las piernas -y condujo su mano muy lentamente recorriendo toda la curva de su trasero hasta llegar las piernas.

- No notas la tensión aquí -dijo aprentando la mitad de aquella cacha. Y habían sido imaginaciones suyas, pero le dio la sensación de que al apretar él había hecho un movimiento disimulado para dirigir la punta de los dedos de ella entre sus dos nalgas.

- Y aquí?? -y esta vez le había arrastrado la mano hacia abajo, entre sus dos piernas, casi llegando a acariciarle la entrepierna,

Ahora era ella la que iba a empezar a sudar como siguieran así.

- Sabes lo que yo creo que pasa? -le preguntó él sin soltarle la mano, pero apartándola de su trasero.

- Supongo… que el sillín es muy duro y por eso tienes esa sensación de adormecimiento -respondió ella. Es lo que había escuchado por ahí.

- No, no es eso. Bueno, sí. Lo que yo creo pasa realmente es que la sangre no circula correctamente, y por eso noto ese cosquilleo. Si te pido un favor me ayudarías?

- Ehh… -la pregunta la había pillado desprevenida- … supongo que sí.

- Me podrías dar una palmada para ver si así se reaviva la circulación?

- Quieres que te una palmada en el culo?? -dijo ella

- Sí claro, yo no puedo dármela bien a mi mismo.

- Está bien… a ver si eso funciona.

Y le dio un pequeño golpe en una de la cachas.

- No! Así no!! -se quejó él- Tiene que ser más fuerte si queremos que la sangre vuelva a circular!! - y al decir eso se agachó un poco, sacando el culo hacia fuera. Era tan redondito y tan perfecto que le apetecía estrujarlo, arañarlo y azotarlo!!! Si quería que le diera… pues le iba a dar.

PLAS!

Sonó cuando su mano golpeó contra su culo.

- Sí, muy bien. Otra vez.

PLAS! Golpeó de nuevo.

- Muy bien -dijo él reincorporándose- Parece que ya noto algo. Fíjate! - y sin darle tiempo a reaccionar, le cogió la mano, y se la puso otra vez sobre su culo.

- Notas aquí como está más caliente?... -preguntó - Espera! que seguro que así lo notas mejor - y de pronto, dirigió la mano de ella por dentro de sus pantalones y sus calzoncillos, sintiendo la piel desnuda de sus nalgas sobre sus dedos.

Aquí lo único que estaba poniéndose caliente era ella.

- Sí esto funciona! - dijo él jovialmente- Puedes intentarlo un par de veces más? Por favor??? - y de nuevo volvió a reclinarse hacia abajo, enseñándole todo su trasero.

- Esta bien - si él quería que le diera unos azotes a aquel culo perfecto, ella no se iba a negar. Aquello le encantaba.

ZAS!

Golpeó de nuevo, esta vez sintiéndose más segura de si misma y con más confianza. Y observando como la cacha temblaba bajo el golpe.

- Ahí, muy bien! -dijo agitado el culo ligeramente hacia un lado y hacia otro.

Esto le gustaba, le encantaba observar aquel trasero allí delante suya, puesto en pompa y sólo para ella. Así que golpeó de nuevo, esta vez en el otro moflete. Incluso un poco más fuerte que antes.

Menos mal que no tenía ninguna fusta a mano, porque sino la cogería ahora mismo y le daría unos buenos azotes….

Vaya! Cómo podía estar pensando esas cosas!! Se estaba emocionando. Pero es que ver aquel trasero la ponía muy nerviosa.

- Sí, parece que está funcionando a la perfección -dijo él esta vez sin levantarse.Y se metió la mano por dentro del pantalón. -Puedo notar como esta zona está perdiendo la rigidez -dijo masajeándose suavemente el lado derecho. Y aquí también está mucho mejor- dijo moviendo su mano hasta el lado izquierdo.

No podía estar insinuándose así delante de ella!! Lo que realmente le apetecía ahora era que se pusiera a cuatro patas y darle unos azotes. Darle una y otra vez y calentarle ese precioso culito.

- Creo que todavía no está curado -dijo él, alzando de forma respingona el trasero.

Pues claro que iba a seguir!

ZAS!

Esta vez le golpeó un poco más fuerte concentrándose en darle con la palma abierta. Y el sonido así lo demostró. Quizás le había dado un poco más fuerte de lo que ella había pensado.

- Espera! -dijo él.

Vaya! le debía haber dado muy fuerte!

- Te vas a hacer daño en la mano, espera sólo un segundo, tengo una cosa aquí en uno de los cajones... -y se levantó alejándose hacia una cómoda que había en el salón.

Abrió un cajón, luego el otro, y al tercero dijo:

- Está aquí -sonrío alzando algo en la mano.

Cuando se acerco ella pudo ver que se trataba de una fusta de montar a caballo. Era de piel oscura y parecía que tenía adornos de cuero.

- Era de uno de mis tíos. Le encantaba montar a caballo. He pensado que te puedes hacer daño en la mano o en las muñecas si sigues dando con las manos. Emplea esto -le dijo ofreciéndole la fusta.

No podía ser cierto. AQUEL LIBRO ERA INCREÍBLE. No podía ser verdad, pero se estaba haciendo realidad todo lo que ella había imaginado. Tenía que haber gato encerrado.

Pero ahora no era el momento de pensarlo!. Ella seguiría azotando a aquel culito, nadie se lo iba a impedir.

Él se reclinó nuevamente bajando su cabeza y espalda pero sin doblar las rodillas. Por lo que aquella exquisita redondez se marcaba perfectamente delante suya.

Probó a golpear con la fusta y el sonido fue completamente distinto. El culo de él se encogió ante el impacto, y el dejó escapar un pequeño gemido.

Golpeó nuevamente, pero esta vez en el otro lado. Y de nuevo el culo volvió a saltar ante el impacto.

- Es mejor así -dijo él alzandose de su posición. Se nota como la sangre se reactiva perfectamente donde golpeas. Fíjate -esta vez le cogió su dedo índice y lo metió por debajo de los calzoncillos, siguiendo la línea imaginaria donde había golpeado la fusta. -Ves, con la fusta golpeas desde aquí en el lado izquierdo hasta el derecho… - y él la obligó a seguir aquella línea imaginaria que cruzaba sus dos nalgas, recorriendo muy lentamente aquellas curvas y aprentando un poco más cuando se aproximaba a mitad de los dos mofletes..

Se estaba poniendo mala.

- El segundo golpe no ha sido tan certero -continuó él- Si te fijas comenzó aquí -y le llevó su dedo hasta la parte superior de su nalga izquierda -pero perdió toda la fuerza en esta zona- y ella notó como el le arrastraba su dedo muy despacio siguiendo la raja que separaba sus dos nalgas. Iba muy despacio, pero si seguía descendiendo de esa forma le llevaría directamente su dedo a mitad de su culo.

Empezó a notar su suavidad de aquella depresión, pero antes de llegar a tocarla, él le saco la mano diciendo:

- Tienes que apuntar mejor o esto no va a funcionar. Pero claro… -se quedó pensativo- si no lo entiendes bien es difícil que captes lo que pretendo… Espera, se me ocurre una cosa! Ya sé lo que vamos a hacer! Así va a ser mucho mejor.

- Ven aquí -le dijo- . Tu sabes montar en bici?

- Sí, claro, pero hace mucho tiempo que no cojo una -respondió ella un poco decepcionada. Ahora no le apetecía dar una vuelta en bici.

- Vale, no importa. Lo que pretendo es que entiendas cómo yo lo hago. Cuando te des cuenta de cómo me siento sobre el sillín, de la posición que mantengo, así entenderás el porqué ocurren estas cosas…

Pero qué estaba diciendo?

- Verás -continuó-. Ahora vamos a suponer que yo soy una bici -dijo arrodillándose en el suelo de manos y piernas-. Ahora quiero que montes encima mía, vale? y vamos a ir a dar una vuelta. Así podrás comprender todo lo que quiero decir.

- Venga! Sube a la bici! -le dijo él sonriendo y cogiéndole una de sus piernas y arrastrándola hacia él.

Está bien. Si quería que se pusiera encima de él, pues se pondría. Aquello parecía divertido. Pasó una pierna por encima de él, poniéndose a horcajadas encima de su espalda.

- Ahora supón que yo soy la bici, vale? –dijo él arqueando la espalda hacia arriba y sintiéndola entre sus piernas. Era una posición curiosa, estar sentada encima de él, como cabalgando, con sus dos piernas a cada uno de sus lados. Aquello le producía un cosquilleo muy agradable en la tripa.

- Tienes que tener cuidado porque es muy fácil perder el equilibrio –dijo él, mientras se movía de un lado a otro ligeramente.

Aunque parecía estable, él tenía razón y era fácil inclinarse hacia un lado. Así que apretó las piernas contra los costados de él.

- Así muy bien. Tienes que sujetarte –continuó él, agitándose un poco más fuerte.

Notaba como su espalda le rozaba ligeramente la entrepierna con cada movimiento. Se arqueaba, se desplazaba hacia un lado y hacia otro y con cada roce, con cada desplazamiento ella le notaba más y más.

Lo que era una pena eran los vaqueros. Si tuviera un chándal como él, la cosa sería distinta, pensó sonriendo por las cosas que se le ocurrían.

- Espera… –dijo él- se me está olvidando algo importante…. –y se quedó pensativo- … Con este calor no me acuerdo de lo que es… -y sin mediar palabra se quitó la camiseta- Qué narices era lo que te tenía que decir??… algo se me escapa…

Al cabo de un segundo le agarró la pernera derecha del pantalón y dijo:

- Ah! Ya sé! Pues claro: NO montes nunca en bici con vaqueros: es peligroso! No es la primera vez que se me enganchan en la cadena, y te puedes dar un buen tortazo! Así que venga, quítatelos!! –insistió tirando nuevamente de su pernera.

- Está bien – respondió ella levantándose de encima de su espalda y desabrochándose el pantalón. La verdad es que se estaba más cómodo sin ellos. Los puso a un lado, recolocándose las braguitas verdes que llevaba puestas.

- Ahora prepárate, porque la carretera está llena de baches!!! – dijo en un tono jovial y con una sonrisa.

Pasó nuevamente la pierna por encima de su espalda, y cuando se sentó sobre él notó bajo sus muslos el calor que desprendía su cuerpo. Estaba ardiendo y la sensación era muy agradable. Era mucho mejor que con los vaqueros!

- Cuidado con el bache! –dijo él levantando la espalda de golpe. Ella notó como su cadera se desplazaba hacia delante.

 -Agárrate bien!! –y esta vez bajando la espalda y dando unas sacudidas, consiguió que ella se deslizara hacia atrás.

- No te caigas –y comenzó a dar pequeños movimientos bruscos hacia un lado y hacia otro.

Ella notaba como su espalda le rozaba entre sus piernas. Sentía como su columna se desplazaba hacia arriba y hacia abajo, tocando muy suavemente sus labios. Notaba como al moverse hacia los lados repetidamente sus bragas la acariciaban indecentemente.

- Y ahora vamos a dar una vuelta! –y empezó a andar… bueno, a gatear a través del salón. Ella levantó los pies del suelo, echándolos hacia atrás. Con cada paso él daba un pequeño golpe, obligándola a desplazarse apenas unos milímetros hacia delante. Parecía que aunque sus caderas se movían, sus bragas quedaban atrapadas en su espalda, introduciéndose cada vez más entre sus labios.

Era una sensación tenerlo entre sus piernas, montando en su espalda. Y aunque él decía que era como andar en una bici, a ella más bien le parecía que estaba montando a caballo. Cabalgando encima de un semental que tenía que domesticar. No le importaría ponerle unas riendas y darle con la fusta en el trasero para que fuera al trote…

Sí. Ya sabía lo que pasaba cuando pensaba esas cosas… tenía un libro que lo explicaba todo.

Así que miro su culo y deseó coger la fusta y darle unos azotes y decirle que avivara el paso. Sí, cabalgarían al trote, luego le volvería a azotar hasta que fueran al galope, le daría bien a ese semental, una y otra vez hasta que obedeciera sus órdenes sin rechistar!

- Lo estás haciendo mal… -dijo él interrumpiendo su línea de pensamientos –así no es… Es como si estuvieras montando a caballo y no se trata de eso.

- Lo que estoy tratando que entiendas –continuó, haciendo fuerza para que ella le permitiera levantarse- es lo que ocurre cuando montas en bicicleta. Pasas tanto tiempo sentado encima del sillín que el culo se te duerme…

Mira te lo voy a explicar de otra forma a ver si así lo entiendes mejor. Y comenzó a mirar a su alrededor buscando algo.

- Ven aquí –le dijo cogiéndole la mano derecha. Y aproximándose hasta el sillón.

- Quiero que imagines que el brazo del sillón es el sillín de la bicicleta, vale?

- De acuerdo –dijo ella sin llegar a entender del todo a dónde quería llegar.

- Pues ahora fíjate –y cogiendole por su muñeca derecha, le obligó a poner la mano de ella boca arriba encima del brazo del sillón.

Él estaba delante, de cara a ella, y sin soltarle la muñeca, paso una pierna por cada lado del brazo del sillón, sentándose muy suavemente encima de su mano!!

Sentía el calor de su entrepierna en su mano. Sentía sus testículos encima de la palma de su mano, calientes y suaves, y la punta de sus dedos estaba hundida entre la abertura de sus nalgas!

- Lo primero es estar cómodo encima del sillín –dijo él y comenzó a moverse muy suavemente hacia delante y hacia atrás; buscando la posición idónea. Con cada movimiento, ella sentía como sus bolas inundaban sus manos. Se echó un par de centímetros hacia delante y notó como la punta de sus dedos rozaban su culo.

- Si estás sentado en la parte trasera del sillín -y diciendo esto retiró el culo hacia atrás- Se te clava la punta del sillín en medio de los testículos. No lo notas? -y empezó a restregarse trazando pequeños círculos. Ella notaba sus dos protuberancias entre sus dedos, las notaba moverse y deslizarse pasando de un dedo o a otro.

- No, veo en tu cara que no lo notas! -dijo él haciendo una muesca con la boca-. Aunque claro, cómo vas a notarlo? Con estos pantalones que llevo puestos… Espera sólo un segundo y me los quitó.

Y con un rápido movimiento, se echó hacia atrás y se bajo los pantalones dejando ante su vistas unos slips largos que le llegaban justo por encima de los muslos. Eran blancos y muy pero que muy ajustados. No ocultaban nada, se notaban a la perfección la línea de su pene inclinándose hacia la parte derecha. Estaba rígido y parecía palpitar y latir con vida propia. Parecía que de un momento a otro iba a explotar y romper la tela.

- Así es mucho mejor. - Y volvió a colocarse en la misma posición de antes.

- Te estaba diciendo que si te sientas muy atrás, se te clava la punta aquí -e hizo fuerza con su cadera, empujandola y aplastando ligeramente sus testículos contra la palma de la mano de ella.

- En cambio si te sientas en la parte delantera el sillín se te mete en el culo - y al decir esto se echó hacia delante.

- No notas como me roza justo aquí? - Ella tenía la mano aprisionada debajo de su entrepierna. Sentía como sus dedos le rozaban la raja del culo, mientras que sus testículos se apoyaban contra su muñeca.

- En serio! Es que se me clava en el culo! - afirmó, tocándose él mismo su propio trasero

- Es Justo aquí! -y ella notó como los dedos de él estaban acariciando unos centímetros más atrás de donde ella tenía la mano, justo en la mitad de las dos cachas de su culo. Notaba ligeramente como estaba moviendo el dedo alrededor de su ano, haciendo fuerza hacia dentro cada vez que se aproximaba.

-Fíjate! - y diciendo esto se echó un poco más para delante, aprisionando aún más la mano de ella, y quedando ahora su dedos justo encima de aquel orificio que estaba entre sus nalgas. -Se me clava aquí!! - y poniendo su mano debajo de su dedo anular, comenzó a hacer fuerza hacia arriba.

Ella notó como la tela del calzoncillo se tensaba por la presión. Notó como se introducía unos milímetros dentro del culo de él.

- Espera un segundo… - dijo separando el dedo de ella de su culo.

No! Pensó ella. Ahora no pares…

- Creo que es mejor así… -y levantando un poco sus caderas, con un sólo movimiento, se apartó ligeramente el calzoncillo hacia un lado, volviendo a colocar su mano debajo de los dedos de ella.

Ahora notaba perfectamente su trasero, notaba su suavidad, su tacto, su calor. Pero sin la ropa interior las sensaciones eran mucho más intensas. En ese mismo instante él le cogió los dedos a ella y empezó a moverlos muy lentamente siguiendo la raja de su culo. Desde atrás, hasta delante, muy despacio. Notaba como la piel se volvía más tersa y suave a medida que se aproximaba a aquel orificio. Y cada vez que pasaba por encima, presionaba ligeramente.

En una de los movimientos, dejó el dedo de ella justo encima de su ano. Y otra vez volvió a empujar hacia dentro, pero esta vez sin calzoncillo, era distinto. Esta vez notó como su dedo se iba introduciendo lentamente, notó como él la empujaba cada vez con más fuerza, sintiendo como su dedo se metía cada vez más dentro de él.

Entonces paró.

- No ves? Se te clava ahí! - y al decir la palabra “ahí”, ella notó como su culo se apretaba alrededor de su dedo -es incomodísimo!

- A que ahora lo entiendes mejor? -le preguntó con una sonrisa. Incorporándose, apartando el culo de su mano, y colocándose de nuevo los calzoncillos en su sitio.

Ella tenía la respiración entrecortada, notaba su corazón acelerado. Ahora ya no entendía nada, sólo sabía que el libro funcionaba y ahora iba a hacer con él lo que quisiera: lo quería como esclavo, lo quería como montura. Quería fustigarle el trasero y dejárselo al rojo vivo, luego quería lamerlo y curárselo. Quería montar en su espalda y restregarse contra él; quería tocarle el culo y quería meterle el dedo más adentro todavía, quería tocarle todo y no parar.

- Otro de los problemas aparte del sillín -continuó él ignorando el frenesí que le recorría por dentro- es la barra de la bici. Las de chica normalmente no suelen llevar, así que no tenéis ese problema, pero las de chico son muy incómodas. Muchas veces cuando pedaleas, la barra te roza también. Verás… voy a demostrártelo. No te muevas…

Se puso detrás de ella y dijo.

- Ahora no te muevas, vale?

- Vale -respondió ella. Sin saber que nueva fechoría tramaba.

De pronto notó como algo caliente se apoyaba entre sus piernas. Instintivamente hizo fuerza con los glúteos, apretando a su vez los muslos y echando la cadera hacia delante para separarse de aquello.

- No, espera, no hagas fuerza - dijo él - No pasa nada.

Aflojó la presión de sus piernas y se concentró en tratar de averiguar qué estaba haciendo.

De nuevo volvió a notar como aquello le tocaba las piernas por detrás, justo en la base de su trasero. Estaba caliente, húmedo y latía con fuerza.

No podía ser eso...

O sí?...

El muy…. se acababa de sacar el pene y lo tenía apoyado contra sus piernas. Estaba ardiendo a más no poder.

- Quiero que entiendas lo incómodo que es la barra de la bicicleta de los chicos. Tener eso entre las piernas es un suplicio… te lo digo por experiencia. Y ahora te lo voy a demostrar para que lo entiendas mejor… -dijo él a medida que hacía fuerza hacia dentro y metía su pene entre sus dos piernas.

Lo metió hasta que no pudo más.

Ahora sentía la respiración entrecortada de él en su nuca. Sentía su pecho en su espalda, y como aquella cosa erecta latía entre sus muslos, rozándole la entrepierna.

- Cuando pedaleas, siempre llevas la barra entre las piernas -y al decir esto empezó a moverse hacia delante y hacia atrás con suavidad.

- Notas como te roza?

Claro que lo notaba! La piel de su pene se restregaba contra sus piernas y contra sus bragas. Notaba la humedad de su punta y cada una de las venas de aquella cosa infernal que la volvía loca.

- Bah!!! Esto no es como una barra de bicicleta. Así no está funcionando bien. Espera un segundo… -y pasó su mano derecha por delante de ella, bajándola hasta la parte de delante de sus bragas donde en estos momentos estaba situado su pene.

Con un movimiento preciso apartó las bragas hacia un lado, dejando la parte inferior de su sexo al descubierto. Ella sintió un escalofrío cuando notó la piel de su pene entre sus labios humedecidos. Estaba ardiendo. Lo notaba latir, palpitar y crecer al contacto con ella.

Él colocó su mano por debajo de su pene, a lo largo de toda su extensión e hizo fuerza hacia arriba. Como si quisiera levantarla encima de aquella cosa. Apretándolo todo contra ella.

Sintió como sus labios se abrían ante la presión de su miembro. Sintió el calor un poco más dentro de ella y no pudo evitar soltar un gemido de placer.

- Ves como es muy incómodo! -dijo él. Volviendo ha hacer fuerza hacia arriba de nuevo.

Incluso se estaba poniendo de puntillas para hacer más fuerza todavía. Notaba como sus labios se abrían cada vez más y más. Era como si intentara meter todo el tronco de su pene dentro de ella.

Y entonces empezó a moverse hacia atrás, retirándolo lentamente, milímetro a milímetro, ella notaba como la punta de su miembro, empapada y humedecida le recorría los labios de arriba abajo, hasta llegar justo al borde donde terminaban.

Allí se detuvo un momento y comenzó a moverse hacia delante otra vez, restregándose con fuerza contra ella.

Todo aquello estaba cada vez más húmedo. No sabía si era él o ella, pero no le importaba. Cuando la punta se acercaba a la parte delantera de sus labios, él hacía fuerza con su mano y la apretaba con fuerza contra su clítoris. Paraba un segundo y volvía a retroceder moviéndola hacia un lado y hacia otro y abriéndole los labios cada vez más.

Volvió hacia delante y esta vez notó como su punta se detenía en la mitad. Esta vez parecía que no iba a continuar hacia delante… Eran imaginaciones suyas o estaba haciendo fuerza hacia dentro de ella?

Sí… en vez de avanzar hacia delante, estaba metiéndosela dentro de ella. Era sólo un milímetro, pero estaba dentro. Hizo fuerza para evitar que él se la metiera dentro, y dándose cuenta de ello él retrocedió con cortesía.

Pero en cuanto aflojó la presión, él arremetió con fuerza metiéndosela entera!!!

CONTINUARÁ…

2 comentarios:

  1. Me encanta este, en mi opinión, el mejor de todos.
    Noraboa!

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  2. para cuando la segunda parte? Es buenísimo!

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